sábado, 20 de junio de 2009


Ser otra persona por un día

Sintió que algo se refregaba contra su brazo, abrió los ojos con desgano. El maullido de la gata termino por despertarla.
Se dio vuelta como un resorte, el reloj marcaba las diez.
Le había costado dormirse. Tanta actividad mental le estaba alterando el ritmo de vida. Mientras desayunaba rápidamente, pensó como pudo pasarle, olvidar de poner el despertador. Ella, que era tan meticulosa con los horarios. Aunque reconocía que ese sentido de precisión algunas veces le jugo en contra.
¿Y si no fuera? La duda dejo paso a su sentido de la responsabilidad.
Corrió todo lo que pudo, había llegado cuarenta y cinco minutos tarde.
Se disculpo alegando jaqueca.
La rutina del día la absorbió. Eran las cinco cuando recibió el mensaje de texto. “Te invito a un café”. El era así, práctico y escueto.
El amor de su vida, el que no quería renunciar a su soltería por nada del mundo.
Su vida sentimental no había sido fácil. Frustraciones, desencuentros y cuando creía haber encontrado su hombre, este amaba la libertad por sobre todo.
María Rosa había llegado a la edad en que las mujeres atesoran experiencia pero les falta afecto. Su madurez interior y su aspecto físico impecable hacían que pareciera más joven de lo que en realidad era. Esa mezcla de belleza con inteligencia que la mayoría de los hombres admira.
Hacia cinco meses que no sabia de el.
Lo diviso a la distancia, en el discreto café donde solían encontrarse.
En la misma mesa de siempre. La abrazo calidamente, tomaron café, luego la conversación derivo en temas superficiales, hasta que el se puso serio y le pregunto si se animaba a iniciar la gran aventura de convivir con el.
Se quedo muda, solo atino a decir que si por la emoción que la embargaba.
Al llegar al departamento de ella, la gata los recibió con meneos y movimientos de cola demostrando su alegría.
Su vida comenzaba a tener sentido, tantos años de soledad se borraban en ese instante.
El destino le regalaba un camino para por fin recorrer de a dos.

Silvia Noemí Fabiani.