sábado, 30 de octubre de 2010

Barrio
Veredas gastadas mordidas por el tiempo,
sumisas, al paso crujiente del soldado.
El presuroso andar de una muchacha.
Alegre correteo de un niño alborotado
y el deslizar pausado de un anciano.
Veredas que saben del varón herido,
y lagrimas furtivas.
Que callan amores, de risas y huidas.
El viento acaricia y la lluvia calma
en la plaza sola, tan sola que amarra.
Veredas eternas, roídas, sin brillo.
Tan quietas, tan frías, pero también vivas.

Silvia N. Fabiani.

viernes, 29 de octubre de 2010

Nosotros ¿Que somos?

Dijiste, convincente
La pregunta floto en el aire,
como misil en suspenso,
Tus ojos esperaban
la respuesta inmediata.
Seductor por oficio,
no reparaste en riesgo.
Me quede sin palabras,
Rebelde a tu propuesta
entre en el laberinto de la duda.
Hubo brisa y tormenta,
pero llego la calma.
Tu presencia,
le da paz a mi alma.
No busques nada más,
lo expuesto te lo brindo sin reparo.
Mecanismo extraño,
de presentir tus ansias.
Tironeas de mi, tientas mi esencia.
Provocas mis sentidos
Y quiero combatir contra tu fuerza.
Mirada de mar que sugestiva
invita a perderse en el oleaje.
¿Que somos? Lo que el destino escriba
en el impredecible libro de la vida.

Silvia N Fabiani
La muchacha que aun habita en mí,


La muchacha que aun habita en mí
desea sentir cada mañana,
el canto lisonjero del zorzal.
La caricia sublime de la vida
y el deleite secreto de soñar.
Subir un peldaño cada día,
para alcanzar el horizonte huidizo,
que se escapa
en el intento vano de atraparlo.
La muchacha que aun habita en mí,
alienta en su alma
el tibio beso,
y el abrazo viril que nunca llega.
El viento huracanado que aprisione
mi cuerpo sediento y lo traslade
al mágico lugar de tu silencio.
La muchacha que aun habita en mí
Curtió su rostro con las huellas del tiempo
y sus ojos brillaron por un amor perdido
Y hoy aquí, cerca tuyo,
revivió el dulce encanto
de saberse mujer.

Silvia N. Fabiani

sábado, 16 de octubre de 2010

Mirada absurda de un amor inventado,
Perderse en el contorno de la sombra negada
Y el cuerpo que se entrega a la danza
enajenado.
Silueta dibujada en la mente siniestra
el agua que fluye y se convierte en lluvia
inundando la alcoba.
Vendaval de pasión,
en la noche sin muecas.
el hastío que estruja ,
la blanquecina tela,
y el dolor de la ausencia,
trepándose al silencio.

Silvia N. Fabiani

lunes, 4 de octubre de 2010

ANONIMO (Seguí caminando, no te detengas. es muy importante.)

La tarde era lluviosa y gris.
Raúl paseaba absorto en sus pensamientos. El ritmo de samba del celular sonó fuerte
y la voz grave y desconocida le dijo que caminara sin detenerse, ni mirar para atrás.
Habría un nuevo contacto.

Perplejo atravesó el parque .En este llamado supo de que se trataba. Lo sabemos todo murmuro el hombre, sentate en un banco a esperar, fue la orden, y corto.
¿Que había sucedido? Su plan era perfecto.
Estaba harto de sus mentiras, cinco años tolerando sus engaños. La idea de matarla paso por su mente una y otra vez, hasta que la decisión corono la idea.
El viaje a la montaña, seria ideal para consumar el hecho. Los dos necesitaban descansar, hablar de sus proyectos, sin horarios ni presiones.
En esa época del año había pocos huéspedes en el Hotel. Ya instalados escucharon carcajadas que provenían del cuarto contiguo.
Mientras se dirigían al restaurante se cruzaron con varios jóvenes en el corredor,
Uno de ellos fijo la mirada en Patricia, su cabello rubio atraía..
Esa noche, era la elegida por Raúl para concretar la acción.
En un descuido de ella, puso la tableta en la bebida, al poco tiempo Patricia le pidió que fueran a dormir.
El arma con el silenciador esperaba ser usada.
Prendió el televisor. La mancha negra en la pared atrajo su mirada, seguramente humedad, se dijo.
Puso la cabeza de ella bajo la almohada y disparo desprovisto de emoción.
Ya en el estacionamiento puso el auto en marcha.
No más sufrimientos por un amor no correspondido.
Iluso, se dijo, alguien mas sabia, pero quien? El número de su celular figuraba en admisión, de allí lo consiguieron. Admitió su error.
Miedo que invadía su cuerpo, sus manos temblaban, lo observaban. Esta vez el ritmo de samba sonó tétrico.
Junta cien mil dólares, si queres seguir vivo. Mañana a esta hora, aquí.
Por fin entendió, la oscura mancha, disimulaba un visor a través de donde presenciaron su accionar.
No tenía escape, el dinero le seria imposible conseguirlo y la cárcel no la soportaría.
Sentado frente a su escritorio recordó tiempos felices. El estruendo hizo añicos el vidrio del portarretrato con la foto de Patricia que al caer sonreía, mientras la música macabra del celular seguía sonando.
SILVIA N: FABIANI