lunes, 4 de octubre de 2010

ANONIMO (Seguí caminando, no te detengas. es muy importante.)

La tarde era lluviosa y gris.
Raúl paseaba absorto en sus pensamientos. El ritmo de samba del celular sonó fuerte
y la voz grave y desconocida le dijo que caminara sin detenerse, ni mirar para atrás.
Habría un nuevo contacto.

Perplejo atravesó el parque .En este llamado supo de que se trataba. Lo sabemos todo murmuro el hombre, sentate en un banco a esperar, fue la orden, y corto.
¿Que había sucedido? Su plan era perfecto.
Estaba harto de sus mentiras, cinco años tolerando sus engaños. La idea de matarla paso por su mente una y otra vez, hasta que la decisión corono la idea.
El viaje a la montaña, seria ideal para consumar el hecho. Los dos necesitaban descansar, hablar de sus proyectos, sin horarios ni presiones.
En esa época del año había pocos huéspedes en el Hotel. Ya instalados escucharon carcajadas que provenían del cuarto contiguo.
Mientras se dirigían al restaurante se cruzaron con varios jóvenes en el corredor,
Uno de ellos fijo la mirada en Patricia, su cabello rubio atraía..
Esa noche, era la elegida por Raúl para concretar la acción.
En un descuido de ella, puso la tableta en la bebida, al poco tiempo Patricia le pidió que fueran a dormir.
El arma con el silenciador esperaba ser usada.
Prendió el televisor. La mancha negra en la pared atrajo su mirada, seguramente humedad, se dijo.
Puso la cabeza de ella bajo la almohada y disparo desprovisto de emoción.
Ya en el estacionamiento puso el auto en marcha.
No más sufrimientos por un amor no correspondido.
Iluso, se dijo, alguien mas sabia, pero quien? El número de su celular figuraba en admisión, de allí lo consiguieron. Admitió su error.
Miedo que invadía su cuerpo, sus manos temblaban, lo observaban. Esta vez el ritmo de samba sonó tétrico.
Junta cien mil dólares, si queres seguir vivo. Mañana a esta hora, aquí.
Por fin entendió, la oscura mancha, disimulaba un visor a través de donde presenciaron su accionar.
No tenía escape, el dinero le seria imposible conseguirlo y la cárcel no la soportaría.
Sentado frente a su escritorio recordó tiempos felices. El estruendo hizo añicos el vidrio del portarretrato con la foto de Patricia que al caer sonreía, mientras la música macabra del celular seguía sonando.
SILVIA N: FABIANI

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