miércoles, 30 de junio de 2010

EL DIA QUE SE DESCUBRIO LA VERDAD

Okinawa es un japonés al que sus padres trajeron de pequeño a Bs. As.
Joven de suaves maneras, es el analista de la empresa.
Ignacio Alto, de mediana edad, con algunas canas bordeando sus sienes, de aspecto varonil y seductor. Es jefe de sección de la Petrolera Techan.
Emilia, fina, no muy alta, culta e inteligente, rondando los treinta y cinco años, muy independiente. Es una de las profesionales de la sucursal Contaduría.
Gerente, estatura normal, canoso, cincuentón, elegante y con gesto
adusto


Ellos se sentían plenos mientras se fundían en un cálido abrazo, ni siquiera sintieron el ruido de la puerta y de pronto lo tuvieron delante. El gerente se había olvidado unos expedientes y había regresado a buscarlos. Le resulto muy difícil contener su ira. Los vio tan felices. Ella, Emilia a la que tanto quería desde hacia tiempo, la que siempre se había negado a iniciar una relación amorosa con él, estaba alli en los brazos de su empleado Ignacio, se quedo como petrificado pero pronto se repuso y se fue hasta su oficina recogió los papeles y sin mediar palabra salió dando un portazo. Okinawa aparento estar ensimismado en el monitor de la computadora, la presencia imprevista lo sorprendió. Ignacio y Emilia siguieron abrazados pero la blancura de sus rostros mostraba lo impactados que estaban
Solo fue un momento, luego se levantaron de sus asientos y salieron a la calle, estaban tan enamorados, que ese percance no les impediría disfrutar de lo que restaba del día.
El amor elige.
Silvia N. Fabiani

SIN TI

SIN TI

Sin ti la vida es otra,
mirra y especias,
estimulo exigente.
Seguir respirando.
Tu cuerpo frío resiste mi delirio.
Abro la caja de nuestro secreto,
Desesperada,
Huelo en tu esqueleto.
Aroma a incienso.
No iré a misa.
No quiero compasión,
ni risa falsa.
Te paso mis manos.
Imagino la cruz
Ya no me escuchas
Sola sin destino,
Sin pena.

Silvia N. Fabiani

NOCHE

Noche, los recuerdos encienden lámparas de cristal.
Rostros olvidados aparecen
Tiempo de risas.
El estar en algún lugar del mundo.
Noche, colgada de la luna
Y el sabor del beso inesperado.
Silencio cómplice, estallido final.
El sol que asoma,
Incitando tu huida.
Noche


Silvia N. Fabiani

SU PIE ACARICIO EL BORDE

Su pie acaricio el borde

Su pie acaricio el borde del arma. La amaba aun después de muerta.
Ella no entendió. Que la relación era seria. Al menos para el.
Las luces giratorias se escurrían por el cuerpo escultural de Mara, que se contoneaba sobre la tarima.
El ritmo sensual de la melodía árabe los embrujaba.
Los hombres bebían sin control.
Al terminar su número, se alejo del escenario
La voz grave le hizo girar la cabeza y vio el ramito de violetas que asomaba por la puerta entreabierta..
Sonrío- Un romance apasionado tejía su trama.
Mara al frecuentar otros hombres ignoraba que Sebastian enloquecía de celos.
Coqueteaba con uno de los clientes cuando sonó el disparo.
Atónito, sin creer lo que veía, la sangre esparciéndose por el lugar. Enajenado, su pie acaricio el borde del cuerpo.
Los ojos desorbitados y el gesto perdido. Así se lo llevo la policía.
Un mundo de tinieblas le abría sus puertas.

Silvia N. Fabiani

miércoles, 16 de junio de 2010

LA LOCA

Loca
La mirada perdida.
Sostenida en el vacío del recuerdo
Imaginario amor,
Inspiracion de vida,
crueldad de la inconsciencia.
Loca ,
Insensible al dolor
Desgarro del alma
ante el desprecio vano.
Las manos oprimidas,
que no se escape el llanto.
La boca reseca, sin el beso.
Deambular entre piedras
con el instinto puro
de animal manifiesto.
La soledad de la tinieblas
Loca
Pájaro de la noche
Desgreñada y voraz
con sed de sangre,
y la tunica negra que solo alberga espanto.
Hermética la puerta de salida,
Retrocer, seguir buscando,
Humana, viva, como loca.

SILVIA NOEMI FABIANI

lunes, 14 de junio de 2010

ARENA

Sentía que el sol le calcinaba los huesos, pero era placentero. Toda su vida había deseado estar así, sobre la arena brillante.
Solo un pequeño almohadón donde apoyarse, sin horarios ni compromisos diplomáticos. Era su propósito, descansar la mente y el cuerpo, creía habérselo ganado.
Dedico su vida a la familia y también a causas perdidas que terminaron afectando su salud.
Estaba allí, dentro de ese sueño que siempre rondaba sus pensamientos.
El negro la saco de su abstracción
¿ Desea la señora tomar un refresco?
Si, un jugo a base de piña, hielo y cointreau.
Nadie la reconocería, ella que no bebía alcohol, que no usaba malla por que había engordado,
Lanzo una carcajada, nunca se reía fuerte. La playa escogida, selecta y con poca gente la invitaba a liberarse. Un sombrero de color beige con una cinta bordo le cubría la cabeza y los lentes de sol con el armazón blanco, tipo diva de Hollywood que en un gesto espontáneo le regalara su amiga Dora.
Miro a su alrededor, el ruido del mar, las gaviotas revoloteando, el cielo tan azul completaban un paisaje de ensueño.
Perfecto se dijo pero el recuerdo insistente de Gerardo y el desencanto confundían sus pensamientos.
¿Fue un amor imposible? ¿ Una jugarreta del destino?
Los hechos vertiginosos, no dieron tiempo a pensar.
La enfermedad terminal fue sorpresiva y cuando ella angustiada intento
reconfortarlo, le envío ese E-mail cruel y descarnado, le reprochaba el haber jugado a la esposa ideal .
La odiaba. Y hasta nunca le escribía. Decidió cortar el contacto amistoso que mantuvo con el, aunque el verdadero sentimiento era otro. Reprimido, pero otro.
La intervención había sido un éxito. Su apego a la vida ayudo en su recuperación, aunque la sombra de la incertidumbre lo cercara.
Y ella del otro lado del mundo, acariciada por el mar.
No quiso regresar
Nadie supo donde fue, la noche se la llevo de fiesta.

Silvia N. Fabiani

martes, 8 de junio de 2010

Tu silencio

Momentos compartidos,
tu imagen que subyuga.
Y el coqueteo inocente de mis gestos
No necesitas siquiera decir una palabra.
Tu cuerpo se enlaza con el mío,
en un ceremonial irracional.
Tus ojos me acarician,
en virtual desacato.
Y el desenfreno diabólico energiza
el sentimiento ardiente que nos une
Silencio enigmático que seduce
y arroja al abismo sin anuencia.
Y así transcurre el tiempo,
entre tu juego indescifrable
y mi temor de amarte sin reparo.
El mundo se detiene, esta vacío,
solo los dos alimentando el alma.
El humeante café nos embeleza
y el sortilegio altera,
nuestra vana rutina.
Y en cada encuentro fluye
la mágica poción que nos incita
a fusionar la carne hasta el delirio.
Melodía inconclusa,
esta que deleita nuestro oído,
a sabiendas, que es prohibido
querernos sin martirio.

Silvia N. Fabiani

miércoles, 2 de junio de 2010

Confesión

Se asomo por la ventanita del confesionario y la vio de espaldas, caminando erguida hacia la salida de la iglesia, no dudo cuando pensó que había sido una hermosa mujer, todavía conservaba su piel blanca y suave, cada vez que lo saludaba y su mano de dedos largos apretaba la suya, podía apreciarlo.
Hacia un año que el Padre Rafael era su confesor. Ella le pidió que fuese dentro de la capilla, la iglesia católica se había modernizado como para que el sacerdote pudiese hablar cara a cara con sus fieles.
Ella no se atrevía. Un día sintió la necesidad de exteriorizar todo lo que venia acumulando durante tantos años. Este era el momento.
Le habían sugerido a ese párroco por comprensivo y experto en temas de la vida.
Ella acusaba en su haber un pasado. Registraba un divorcio. Un hombre que la había amado a su manera y colmaba sus días con viajes, joyas, autos caros y todo lo que una mujer espera en sus fantasías juveniles.
Nunca supo muy bien porque, pero el destino quiso que así fuera. Después de una larga convivencia cada uno eligió un rumbo.
Carola puso un océano de por medio. Lágrimas y el dolor lacerante pero inevitable de la separación.
Antes de que el muriera, ella supo que fue la única que realmente amó.
Eso le produjo una tristeza interior que nunca pudo ahuyentar.
Después de algunos años lo intento nuevamente. El la atraía, nunca supo bien porque.
El se obsesiono con ella y la persiguió hasta que la soledad la harto y por fin creyó haber encontrado un ser con quien formar una nueva familia.
Al principio de la relación, ella noto sus reacciones agresivas, pero su lema era darles tiempo a las personas, y justificaba su temperamental carácter.
Se equivoco.
La vida le mostró su cara mas amarga.
Pero ella fue leal a su compromiso con el.
Una enfermedad crónica, lo convirtió en un ciclotímico, influenciando en la relación intima.
El maltrato y la descalificación continua hicieron que Carola se bloqueara y comenzara a tratarlo como un familiar más, al que solo la unía la obligación de un compromiso contraído
Así pasaron los años. Muchos años. Su sentido de familia iba más allá de las personas. Legado de los mayores que la impulsaba a seguir.
Sentía un vacío en el alma que compensaba con actividades de todo tipo. Cursos, salidas con amigas, cine, compras.
No recuerda bien cuando lo conoció.
Era lo que siempre soñó, es decir por lo que sabia de el y lo que ignoraba se lo imaginaba. El enigma la subyugaba.
Lo idealizaba y eso le producía una placentera sensación.
Sabia que era inalcanzable, no obstante, a través de los años el sentimiento se fortalecía.
Ya no pudo interesarse en ningún hombre, era ese o ninguno.
Y ese al que ella veía esporádicamente en reuniones familiares, se convirtió en cierto modo en el sentido de su vida. En cada encuentro el mundo detenía su andar. Se sorprendía del grado de sumisión que sentía pero no podía evitarlo.
A pesar de las oportunidades, ella renuncio a su condición de mujer. Estaba acompañada, pero era la persona más sola y más necesitada de cariño.
Solo quería sus besos, ser suya. Sentía que el la había hechizado, con sus silencios, sus miradas. De solo imaginar un contacto íntimo se emocionaba con una mezcla de miedo y ansiedad que le provocaba insomnio Y así vivió con ese espejismo ante los ojos.
Nadie iba a creerle, si lo contaba. Por eso guardo silencio durante todo el tiempo, hasta que el desvelo lastimo su salud.
Era feliz a su modo. Aceptando las miradas limosneras. Ella no era su elegida, al menos en apariencia era así.
Cuando el Padre Rafael la escuchaba, sentía que esta mujer vivía en un estado de virginidad por propia elección motivada por un sentimiento autentico y duradero.
Comprendió que el espíritu en su pureza no impide que lo terrenal
dañe la materia.
Y a pesar de ello, Carola vivía entregada a su pasión. Con una religiosidad digna de una abadesa.
Esa noche se sintió aliviada, alguien más sabia de su secreto, ese que ella guardaba tan celosamente como un tesoro.
Al que seguiría cuidando y tal vez, porque no, el destino se apiadara de ella y algún día le abriera la puerta hacia el camino de la dicha.
SILVIA N. FABIANI