miércoles, 22 de julio de 2009

Un largo camino

Un largo camino, interminable
rodeado de piedras incoloras.
Árboles cansados y adormidos
y un sueño entre los ojos palpitante,
de ansias y alegrías
girando en un círculo intocable.
La vida frágil, febril y sofocante
acechando la fuerza decadente.
en cada gesto impulsivo del espíritu.
La gente atolondrada, que se apura
y corre sin tener un rumbo fijo
como una masa informe y sin sentido. Silvia N. Fabiani
Volar en libertad

Volar, volar en libertad.
El destino me induce, aquí y allá.
Me acaricia el sol sobre la playa.
S acudiendo mis alas en la orilla,
me invade placentera sensación.
La lluvia me energiza el plumaje,
Y del peligro me resguardo por instinto.
Volar, volar en libertad
Tan solo eso,
El depredador acecha
Y paciente espera con la puerta abierta,
de la mísera jaula.
Me consume la impotencia
del silencio.
Sobrevivir, costoso esfuerzo,
que agobia cada día de mi encierro.
Añorar el desenfreno de mi vuelo,
Solo estar
y morir de a poco en el empeño
de escapar hacia el viento y las estrellas.
Volar, volar en libertad
Es lo que anhelo. Silvia N. Fabiani
SIN CABEZA
Hombre sin cabeza, perdido en la neblina. Solitario, autosuficiente.
Rutina sin escape, atrapado en el silencio.
Sin gestos, sin palabras.
Petrificado en el tiempo. Silvia N. Fabiani
MIRADA

Lo conoció en una reunión familiar. Amigo del hermano mayor, sintió que su mirada la recorría en un segundo, su amplia sonrisa la desarmó.
Cuando comenzó el baile, se le acercó solícito y la invitó al centro de la pista, había en su mirada una luz diferente que la deslumbraba.
Cristina era la mas pequeña de los dos hermanos varones, con sus apenas dieciocho recién cumplidos, bella y esbelta tenía varios pretendientes, pero este tenía algo especial según lo que les comentaba a sus amigas. A partir de esa noche, Joaquín comenzó a cortejarla.
Serio, pero con un humor irónico era el centro de atracción de los encuentros. Con un título recién obtenido en Ciencias Económicas, la vida le sonreía. Ella comenzó a notar que el gozaba con la sumisión que le brindaba. Si estaban en alguna fiesta y se alejaban uno del otro
el la seguía con la mirada y si hablaba demasiado con alguien del sexo opuesto, algo indescifrable en su mirada le producía temor, por lo tanto se alejaba presurosa de su compañero de charla y se acercaba a sus amigas tratando de disimular lo que sentía. Los celos de Joaquín comenzaron a incomodarla y a producirle una sensación de angustia.
Así comenzó también la etapa de comprender.
Joaquín enfermó. Primero se quedó sin habla, luego sus miembros no le respondían. Postrado en una cama, solo podía escuchar y mirar.
La desesperación invadió a Cristina. Si bien poseía mas libertad la situación le producía una gran tristeza.
Había entre ellos una relación especial. Ella le hacia las preguntas y el le contestaba con parpadeo de ojos, así podía satisfacer todos sus deseos. La vida a veces es imprevista, pensó y se sintió satisfecha con respecto a estar siempre pendiente de las miradas de Joaquín, de esa forma hoy podía sobrellevar mejor el trance difícil por el que ambos atravesaban. Silvia N. Fabiani
Mi Obsesión

No puedo comprender lo que sucede, justo a mi, siempre tan segura y analítica.
Todo comenzó como un juego, no se que artimañas utilizaste, pero me quitaste el apetito, duermo poco y solo espero el momento de nuestros encuentros. Te prefiero a todas las opciones.
Cuando estoy contigo mis pensamientos te pertenecen, a veces te acaricio suavemente, otras lo hago compulsivamente como si quisiera extraer de ti
todo lo que posees, vaciarte es mi intención.
En algunas oportunidades te resistes, pero cuando te entregas me ofreces
lo que realmente quiero de ti.
¿Estoy canalizando? ¿Quiero evadirme de la realidad? no lo se,
Si se que esto es disparatado, querer volar hacia ti, tener una dependencia
profunda y enfermiza.
En pocos minutos nos encontraremos, y ya comienzo a sentir un cosquilleo en el cuerpo, mi paso se acelera, entro en el salón, algo no esta bien, me acerco a ti. No, no lo puedo creer, te han colgado un cartel: Maquina fuera de funcionamiento.
¡Que angustia! Se me cierra la garganta. ¿Podré vivir sin ti? Silvia N. Fabiani
La sombra en una casa vacía, miedo a la luz

La sombra se deslizó despacio por el patio de la casa vacía, Le agradaba esconderse allí, algunas noches, en ese silencio sepulcral. Acostumbraba sentarse sobre un viejo cajón de frutas.
Pensaba en tiempos felices, cuándo el y sus amigos jugaban allí, despreocupados.
El primer beso que le robó a Claudia, su novia de adolescente, la voz grave de su padre llamándolo para que fuera a estudiar, la sonrisa benévola de su madre, cómplice de alguna que otra travesura suya.
El tiempo con su hambre insaciable, devoró su juventud y tan solo le quedaban los gratos recuerdos y un terrible miedo a la luz de cada amanecer en soledad. Silvia Noemi Fabiani
La casa vacía

Mansión misteriosa de arquitectura colonial, ésa que estaba ubicada sobre la avenida principal.

Según los vecinos, de allí provenían ruidos extraños, que los tenia bastante atemorizados.
Hasta que un día, se escucharon acordes de música clásica, el barrio se sobresalto. La vieron salir, a ella, la que supuestamente la habitaba. Alta, delgada, de una extraña belleza. Solo saludaba con una mueca que podía considerarse como una tenue sonrisa. Los jóvenes del barrio se sentían intrigados por su presencia. Esa noche decidieron espiarla, pensaron en saltar las rejas y llegar hasta el ventanal más próximo.
Cuando por fin lo lograron, el terror los paralizó. En lugar de la hermosa mujer, vieron una figura envuelta en una larga capa negra y una capucha que le cubría parte de la cabeza. De pronto, giró su rostro hacia la ventana, como si supiese que la estaban observando y vieron una blanca calavera. . Corrieron como nunca, llegaron a sus hogares fatigados y asustados. Todos coincidieron en que era un espíritu que había regresado a su casa, donde seguramente había vivido hacia muchos años. Uno de ellos recordó la historia que un viejo había contado alrededor de un fogón, en un festejo patrio.En la casona vivió una familia de alta alcurnia y que al perder un hijo en la guerra, la mujer se había suicidado. Lo que ellos ignoraban es que ella había vuelto a buscar la medalla al merito que le habían otorgado a su hijo y nadie se dio cuenta de colocar en su ataúd.
A partir de esa noche, los ruidos cesaron y la tétrica señora desapareció del lugar.Silvia Noemi Fabiani
La casa abandonada

De un aspecto muy triste y desolado
se viste l a casa abandonada,
La que fuera un tibio hogar,
pleno de dicha, desbordante,
de luz en sus jardines.
donde juntos tu y yo,
hemos vivido y nos hemos amado
con delirio.
Hoy yace dormida entre los sauces
que cubren su cara ensombrecida.
Ya no cantan los pájaros viajeros
que solían trinar en las ventanas.
ni existen las flores tan bonitas
que impregnaban sus aromas,
en el aire.
Ni se escuchan nuestras risas cantarinas
al correr por el parque en la mañana.
Hoy tan solo es una casa abandonada
habitada por el frío y el vacío
que en las noches profundas y serenas,
amargamente llora.
Y en las sombras se pierde su lamento,
implorando hacia los cielos sin consuelo. Silvia Noemi Fabiani
Intolerancia
Intolerancia palabra de doce letras. Multiplicadas por millones, intolerancia universal.
La que se tiene con los ancianos. Sin pensar que la juventud es pasajera. El pimpollo que se convierte en rosa, con el paso del tiempo se marchita. Con los enfermos, con los animales, con los adictos, con los que sufren. Con el prójimo en general. El ser humano ha ido perdiendo valores., estos han quedado colgados de las cúpulas de las iglesias, esperando que algún redentor los recoja y los redistribuya por el mundo.
Silvia N.Fabiani


INCOMUNICACIÖN
Como su nombre lo indica, el prefijo in, molesto, negativo, pero existe.
A veces me pregunto que significa estar comunicado, decir hola cada vez que suena el teléfono y escuchar publicidades de llamadas al interior o al exterior, o la instalación de una banda ancha para poder chatear mas barato, suscribirse a un plan para la compra de un auto nuevo pagando doscientos pesos por mes, la oferta de adherirse a una prepaga que cubre lo que otras no, y la lista es larga.
Hace años, muchos, podíamos hablar horas por teléfono con nuestros familiares, amigos, novios o amantes sin que influyera en la factura, hoy el minuto vuela como un pájaro desesperado lo que trae a consecuencia hablar lo mínimo indispensable.
El Chat que hace que estemos horas escribiendo con un teclado y un monitor, comunicándonos con personas que quizás nunca lleguemos a encontrarnos y que además ignoramos si se muestran tal cual son o inventan una personalidad .
Las reuniones familiares se han ido diluyendo en el tiempo.
La sociedad de consumo impacta con su rapidez y el hombre ha dejado de disfrutar para convertirse en un ser robotizado que debe cumplir con objetivos pre estipulados para no quedar fuera del sistema.
En la era de la tecnología, la soledad es cada vez mayor.
Ni que hablar si queremos hacer consultas en instituciones gubernamentales, antes la atención era personalizada, ahora hay que conectarse a la página de Internet donde esta todo explicado. Lo mismo ocurre con los bancos, con las aerolíneas etc., etc.
Uno sube a un colectivo y a los dos segundos comienzan a sonar los celulares, los ritmos que anuncian un llamado son variados van desde salsa hasta música clásica, uno no puede evitar pensar que comunicados que están, pero hay algo mas, quien tiene el mas costoso y novedoso y el alarde es inevitable.
Los Bingos han proliferado como flores por todo el país, ni que hablar de las máquinas tragamonedas. Cada uno sentado delante de su pantalla y botoneras concentrados en el juego y olvidándose del mundo, miles de personas que sustituyen el tiempo de estar con sus pares de esta forma. Eso si en cada salón hay carteles que dicen en letras muy grandes “El Juego es perjudicial para la salud “y ya no se trata de hombres solamente, hay gente de avanzada edad, la mayoría mujeres seguramente porque sus hijos están en la gran carrera del progreso y no tienen tiempo para ellas. Hombres desocupados que alientan la secreta esperanza del famoso “golpe de suerte”Y la lista es innumerable.
Lo mismo ocurre con los geriátricos, convertidos en depósitos de abuelos a veces no tan viejos.¿ Donde quedó esa época en que la familia respetaba y veneraba a sus longevos integrantes y convivían en armonía hasta que fallecían ¿ Se habla mucho sobre comunicación, en realidad, es una utopía.
Mi vecino el asesino, el delincuente, el traficante, el represor parecen títulos de películas, pero gracias a la incomunicación, puede ser el caso de cualquiera de nosotros, ignoramos quienes son los que conviven con nosotros en el edificio, a los que saludamos cada día ignorando si alguna vez se volverán en nuestra contra. Incierto e inseguro el mundo este donde conviven la Biblia, el calefón y las ocupaciones non sanctas consecuencia de sistemas gubernamentales que han sumido a Latinoamérica en lo que hoy es un cuarto mundo sin miras a que esto se revierta.SILVIA NOEMI FABIANI
Hombre que mira y espera

Hombre que mira y espera.
Metales que suenan, pasos sigilosos.
Tenue luz que asoma por la ventana triste
Oído expectante, murmullos cercanos
Hombre que llora y espera.
Silencio en el alma, el corazón se estruja
Renacida esperanza de los días.
Hombre que mira y sueña,
con el pájaro errante sin destino.
En libertad jubilosa, hombre que mira y sonríe
Andar, andar el camino. SILVIA NOEMI FABIANI
HERMINIA

Sentada en la mesa que daba al ventanal Herminia, tomó el primer trago de su aromático café, lentamente abrió su cartera y sacó la flamante lapicera que le había regalado Francisco. Ese día se sentía inspirada y comenzó a escribir un poema, recordando los gratos momentos vividos junto a él. Sin darse cuenta una lágrima cayó sobre el cuaderno, su corazón aún sangraba con la despedida. De pronto sintió la necesidad de salir a la calle.La oscuridad la abrazó. Caminó hasta que el cansancio no le permitió seguir .Sentada en el banco de la plaza la encontró el amanecer.Lentamente se incorporó, sé sentía aliviada. Había llorado mucho, pero no estuvo sola, Francisco la acompañó toda la noche. Silvia N. Fabiani
Ese mirar

Ese mirar profundo de tus ojos seductores,
me abrazan, me atrapan y
me envían al cadalso.
Que me matan y revivo en el deseo de amarte.
De meterme en tus entrañas y llegarme hasta tus huesos.
Fusionarme con tu vida y perderme en los torrentes
de tu sangre apasionada.
Convertirme en mariposa, teñida de mil colores,
Luminosa cual estrella.
Ese mirar altivo que acaricia mis contornos
que me implora, que me besa y
salvaje me posee.
Ese mirar de niño que contempla mis desvelos
Y con la mano abierta, me traslada al paraíso Silvia N. Fabiani

miércoles, 15 de julio de 2009

LA DUCHA

El fluido resbala sobre la tibia espalda en erótica caricia.
Se asemeja a un río rebelde e impetuoso que cabalga travieso por el surco.
La magnitud del agua se apropia del espacio, embriagante elixir que exige sumisión y a cambio de la entrega convoca al placer misterioso de la piel.
Simulacro de purgación interior que desempaña el cristal por un momento
El mágico caudal nos embelesa, se detiene el tiempo.
Acordes de música que triunfante en su afán se aleja presurosa por el estrecho conducto, a través de una sombría alcantarilla. Silvia Noemi Fabiani
El Loco

El viejo José vivía en una cabaña alejada del pueblo, a veces aparecía con su ropa raída y su larga barba entrecana. Todos lo conocían.
Algunos le atribuían poderes sobrenaturales.
Tenía un defecto en la lengua y arrastraba las erres, además de hablar bajo y pausado. Su mirada gris y penetrante brillaba cuando alguien lo consultaba y el auguraba algún hecho trágico.
En el último tiempo se lo notaba triste.
José tenía un sueño rondándole la vida.
Soñaba con tener un caballo y galopar en campo abierto, casi volar como los pájaros.
Cuando llegaban las fiestas los paisanos se acercaban hasta su rancho llevándole alimentos y bebidas artesanales que ellos mismos preparaban.
Vivía con su perro fiel y la guitarra se había convertido en su compañera inseparable. En las noches cálidas interpretaba canciones populares, sentado en su banquito de madera que el mismo había hecho. Le cantaba a la luna, decían.
Misterioso y enigmático generalmente acertaba en sus predicciones.
En vísperas de esa navidad escuchó un relincho, saltó de la cama y por la ventana vio un potrillo nervioso que con su pata golpeaba la tierra y sacudía la cabeza tironeando de la soga con que lo ataron a un palenque.
José no podía creer lo que veía. Su sueño se había convertido en realidad. Una sonrisa le iluminó el rostro.
A pocos metros de allí, escondidos detrás de unos tablones, los gnomos del valle, saltaban y se abrazaban regocijados al ver la felicidad de José
. Silvia N Fabiani
Viaje en tren



Leontina subió al tren y se acomodó en el tercer asiento del último vagón. A esa hora viajaba poca gente. Y como siempre escuchó la voz del hombre, que mirando por la ventanilla hablaba solo. De piel blanca y ojos claros no tendría mas de cuarenta y cinco años, vestía con ropa sencilla pero limpia, y era evidente que padecía una confusión mental. Decía oraciones cortas, a veces incoherentes, a veces no tanto. Lo extraño era que lo hacía con distinto timbre de voz. De pronto impostaba el sonido o lo agudizaba como si la que hablase fuese una mujer. Leontina ya se había acostumbrado a escucharlo. Sentado en el último asiento del vagón, sabría Dios de dónde vendría o hacia dónde iría. Los pocos pasajeros que viajaban en ese horario estaban pendientes de las palabras que el desconocido decía; no molestaba, ni agredía a nadie. Guardaba silencio cuando los vendedores ambulantes ofrecían sus productos. Decía frases como: “el sol brilla detrás de las nubes” y las repetía hasta tres veces y luego cambiaba el tono y el volumen de la voz. “¿Por qué me dijo que no? Mienten, mienten todos mienten. Si no me apuro voy a llegar tarde”. También cantaba estribillos cortos de canciones populares..Si entonaba un tango impostaba la voz y con el bolero suavizaba las estrofas, seguramente había estudiado música pues no desafinaba En todo el trayecto no paraba de hablar o de cantar. Ese día Leontina estaba más cansada que otras veces y entornó los ojos tratando de dormitar, todavía faltaban diez estaciones para bajar. Pensó en Herbert. Se preguntaba porqué habían llegado a este extremo de indiferencia y costumbrismo y no era por falta de cariño, pero ella esperaba siempre algún gesto diferente por parte de él, pero eso nunca llegaba. De pronto agudizó el oído y lo escuchó: “Que Alfredo me extrañe, que Alfredo me extrañe, que Alfredo me entrañe”. El loco como ella lo calificaba, decía esto con verdadera angustia,tal vez era homosexual o no ,, su aspecto era muy varonil, pero en esta época en que la liberación de la sexualidad era tan normal, era difícil saberlo, entonces pensó en la inmensa necesidad que tiene el hombre de ser amado, que hasta alguien que evidenciaba estar desquiciado no perdía el sentido del amor. No estaba tan errada en querer mejorar la relación con Herbert, por su parte, ella lo intentaría. Si bien habían llegado a limites insospechados, la costumbre y a veces las discusiones por banalidades los habían ido separando Se acurrucó en el asiento y pensó qué le diría cuando se encontrasen esa tarde en la estación. Porque el estaría allí, como siempre erguido y con esa mirada serena y límpida que tanto la fascinaba.
Lluvia
Sintió un estremecimiento. El frío pasaba a través de sus ropas raídas.
La lluvia caía torrencialmente y cuando asomaba la cabeza algunas gotas corrían por su rostro. Sentada en un rincón del inmenso portal, su figura se perdía ante la imponencia de la iglesia. Ella esperaba, con su alma de niña, siempre esperaba, que algún alma caritativa le diera una moneda.
Sus apenas doce años no le impedían saber que necesitaba.
Deseaba tener una casa limpia, como frente a las que ella se paraba para pedir limosna y llevarla corriendo a las rusticas manos de su madre.
Estaba cansada del barro de la villa. Barro que le ensuciaba los pies, las manos, y a veces le llegaba al corazón.
Por eso se escapaba cuando llovía, le agradaba mirar la transparencia del agua acentuando el verde de los árboles, el color de las flores. Estiraba las manos y mojadas se las pasaba por el cabello apelmazado y sin brillo por la falta de higiene.
Anhelaba vivir en una casa. El jardín debía explotar de plantas y perfumes.
Disfrutar del pasto humedecido sin embarrarse.
Un lugar donde asearse cada día y oler a jazmines nacarados.
Un lecho calido donde enrollar y alimentar sus fantasías.
Una casa y el reflejo del sol cada mañana. Escuchar el cantar de los pájaros en feliz algarabía.
Se detuvo la lluvia y Anabella con gesto triste de muchacha solitaria emprendió el camino de regreso hacia su mundo gris.
El olor a puchero de pobre, mezclado con el de la basura amontonada a los costados de las casillas de chapas le llegaba a su nariz hasta ahogarla. Miraba las puertas rotas que dejaban traslucir una pintura vieja y descascarada, nunca supo porque comparaba los colores con el del arco iris que una vez siendo muy niña vio en un pajonal cerca del río.
Al entrar la madre le pregunto ¿Dónde estuviste? Mientras recogía las colchonetas del suelo donde sus hermanos menores dormían. Esperando, contesto. Y la madre ya entendía.
Vino tu tía, le dijo .preguntó si queres ir a vivir con ella.
Anabella no dudo en contestar, la tía Esther era una señora grande, pero vivía sola y si bien intuía que era para que la cuidara, no lo dudo un instante.
Los años pasaron.
Anabella concluyo sus estudios secundarios con muy buenas notas
A pesar del tiempo, en sus pensamientos siempre rondaba la idea de tener una casa suya, única y diferente.
Cuando conoció a Eduardo todo indicaba que era su hombre.
Los sufrimientos de la villa habían quedado atrás.
Se casaron y Eduardo le había comprado la casa tan ansiada.
Anabella tenía su jardín. Pero las desavenencias se pusieron de manifiesto muy pronto y la convivencia se tornó imposible.
Decidieron separarse. Y allí comenzó el drama y las divisiones. La casa había que venderla.
Las manos le temblaban cuando tuvo que colocar sus queridas plantas en los macetones. No había dudas sobre quien se quedaría con ellas, representaban buena parte de sus sueños.
Cuando llegaron los de la mudanza, ella observaba como se llevaban sus muebles, esos que fueron testigos silenciosos de un amor fallido
Sintió que sus lágrimas estaban por saltar. Echo una última mirada en cada cuarto, mientras el corazón se le oprimía. Cerro la puerta de entrada con un golpe seco, subió al auto y se dirigió a la inmobiliaria. Pidió que le colocaran un cartel de venta, sonrió sarcásticamente para sus adentros y pensó en la similitud con las leyendas de las tumbas. Así se sentía.
Pero al menos no regresaría a la villa aunque el destino abriera un interrogante sobre su vida. De eso, estaba segura. Silvia Noemi Fabiani