HERMINIA
Sentada en la mesa que daba al ventanal Herminia, tomó el primer trago de su aromático café, lentamente abrió su cartera y sacó la flamante lapicera que le había regalado Francisco. Ese día se sentía inspirada y comenzó a escribir un poema, recordando los gratos momentos vividos junto a él. Sin darse cuenta una lágrima cayó sobre el cuaderno, su corazón aún sangraba con la despedida. De pronto sintió la necesidad de salir a la calle.La oscuridad la abrazó. Caminó hasta que el cansancio no le permitió seguir .Sentada en el banco de la plaza la encontró el amanecer.Lentamente se incorporó, sé sentía aliviada. Había llorado mucho, pero no estuvo sola, Francisco la acompañó toda la noche. Silvia N. Fabiani
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