Espiritualidad
Etelvina se paró delante el espejo, la imagen reflejada fue satisfactoria.
Atrás habían quedado los años de maquillajes densos que tanto le costaba limpiar de su hermoso rostro.El cabello natural con las hebras plateadas en las sienes no le disgustaba.
Recordaba las mezclas de colores insólitos que a veces la hacían llorar por el ardor que le producían en el cuero cabelludo, aunque el resultado fuese el esperado.
Era bailarina de cabaret.Su cuerpo estilizado como un junco y sus grandes ojos celestes de mirada lánguida, eran su gran atractivo.
Cuando ella aparecía el silencio era total.Ejercía un dominio diabólico sobre los clientes.Sus admiradores, hombres poderosos y ricos la colmaban de regalos y flores.
Un día despertó sintiendo una opresión en la garganta. Se dijo: No subiré más a un escenario. Y así fue. Ya no le causaba placer mostrarse.
Respiró profundamente, se colocó la túnica sobre su cabeza, alisó algunos cabellos que traviesos sobresalían en los bordes.
Se acomodó la larga pollera, se persignó y salió de su cuarto.
Su andar cansino la llevó por los largos corredores del convento, dónde residía hacía cinco años. La paz interior que la invadía era el renacer de su espíritu.La vida superficial y vacía de otrora se había perdido en el pasado.Un rayo de luz iluminó su rostro.Abrió la puerta del comedor, las hermanas reunidas la esperaban para cenar.Se disculpó por la tardanza, al sentarse inclinó su cabeza y comenzó a rezar agradeciendo el pan de la precaria mesa.
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