EL ELEFANTECuando visitábamos a la abuela, el estaba allí. Arriba del mueble del comedor con su trompa hacia adentro, quieto, ella decía que era de la buena suerte. Pero ese animal llamaba mi atención.
Al fallecer la abuela, el, junto con otros adornos pasaron a la casa donde crecí. Era testigo silencioso de alegrías, tristezas y decepciones.
Al pasar casi en broma, lo saludaba. Impávido, frío pero con presencia, el elefante siempre brindo su compañía.
El destino me llevo por caminos lejanos, al regresar el seguía en el mismo lugar, sin envejecer a pesar de los muchos años que tenia.
Hoy ocupa un espacio en mi hogar, todo sigue igual, lo saludo y es como si el tiempo se hubiese detenido desde el momento en que lo descubrí.
Es un objeto amado que fue pasando por generaciones hasta llegar a mí. Solo espero que mis descendientes lo sigan valorizando y lo conserven como una reliquia familiar. Sylvie
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