Mi ciudad, esa que me vio crecer
aquella que fue espejo de rostros amados.
Espectáculo atrayente para ojos de niño.
Tiempo de colores y sueños rosados
que algún barrilete se llevo muy lejos.
Esa que un día, entro por mi puerta,
Y se quedo por siempre.
Ventanal de café, amigos, risas
Balcones robados de un poema
que existen y aun sin flores,
visten una calle de recuerdos.
Inmensa y palpitante,
como un gigante quieto
cómplice callado
de un amor imposible.
Ciudad tan mía, de lagrimas sinceras
y aromas mezclados.
Bañada por un río que se volvió oscuro,
de tanta tristeza.
Pisar las baldosas a sabiendas
que otros vendrán y borraran las huellas,
árboles que serán mudos testigos
de lo que fue
sin posibilidad alguna de retorno
Silvia Noemi Fabiani
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