Hacia veinte minutos que estaba en ese colectivo, si bien tenía el asiento que daba a la ventanilla, Carmen no soportaba la forma violenta en que el chofer conducía. Era como si no tuviera consciencia de que había personas y no cosas en el mismo.
Estaciono bruscamente ante un paso a nivel, Carmen giro la cabeza y pudo ver una camioneta que transportaba una maquina con tablas de acero en forma rectangular de casi tres metros de alto. Su pensamiento se traslado a Francia, época medieval, tiempo en que la guillotina era el castigo máximo
para brujas, delincuentes, asesinos y todo aquel que fuese considerado culpable de algún delito extremo. Asocio ese aparato al método cruel y sanguinario que tan bien conocía por ser docente en historia universal
Pensó en las injusticias y en el exiguo valor que se le daba a vida del hombre.
Se imagino al verdugo, vestido de negro, con el rostro cubierto casi en su totalidad por un gran antifaz que solo dejaba ver sus ojos inexpresivos y fríos. Era su trabajo y el lo realizaba sin que un solo músculo se le opusiera.
Sentía placer cuando observaba la sangre chorreando de la cabeza cercenada sobre la plataforma tétrica y horrenda construida para la pena capital.
El sacudon del colectivo al arrancar le hizo tomar conciencia del aquí y el ahora.
El hombre no había mejorado mucho en cuanto a su agresividad, solo el estilo había cambiado.
El vehiculo, motivo de su atracción también había acelerado y se alejaba presuroso por llegar a destino.
Carmen, sintió deseos de recriminar al conductor por la falta de responsabilidad, pero desistió de la idea pues lo único que obtendría seria
una desagradable contestación.
La Historia y la actualidad no habían podido cortar aun el cordón que los mantenía unidos en relación al hombre, el primitivismo. SYLVIE
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