Nunca supieron donde estaban, cada generación lo intentaba, inútilmente.
Perfección numeral, exactitud en las formas, colores.
Eran felices a su manera.
La comunicación virtual les permitía reproducirlos.
Ese lugar por donde se desplazaban siempre terminaba en un círculo cerrado y había que retroceder
para encontrar salidas.
Sus habitantes eran conformistas y muy pocos se cuestionaban el porque y el donde,
Cada doscientos años se renovaba la población
Y a veces surgía un rebelde que pretendía ir más allá.
Ronex lo había probado casi todo.
Una tarde sentado sobre una piedra, miro a su alrededor con detenimiento, vio una forma etérea y corrió a aprehenderla, no la alcanzo, era como si lo invitara a seguirlo.
Corrió tanto que perdió la noción del tiempo.
Cuando despertó, la figura le tomaba la mano, la belleza del ser ,lo impacto.
Ella suavemente abrió su manto blanco y una puerta se
delineo.
Ronex la traspaso, la luminosidad y el brillo del lugar le impedían ver con claridad.
El colchón de nubes seguiría flotando en el espacio, sin rumbo, sin destino, sin porque. Silvia. N. Fabiani
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