jueves, 8 de abril de 2010

Compradora de sueños
Hacia cinco horas que el avión había salido del
aeropuerto. Amanda miro a su compañero de asiento
que dormitaba y lo envidio.
Ella nunca podía dormir en los aviones.
El viaje lo decidió en una semana. Estaba harta de la rutina de su vida.
Paris era el destino.
Cuando llego al hotel, se dio un baño y se acostó, realmente se sentía cansada.
Al despertar el reloj marcaba las tres, se vistió y
en el ascensor uno de los botones la saludo con cortesía.
Joven y atractiva, trataba de disfrutar de la vida, viajar era su gran motivación.
Había tenido un novio hacia tiempo pero cuando descubrió la infidelidad, lo abandono.
Camino por las calles pobladas de tiendas. El aire parisino es reconfortante, pensó
Le encantaba comprar. Su esbelta silueta le permitía usar cualquier estilo.
El apetito le apretaba el estomago, entro en un local de sandchichs, comió frugalmente mientras decidía donde ir, el viento era fresco y el cielo nublado completaban una tarde otoñal.
El conserje le había dado algunos folletos con actividades culturales en la ciudad.
Le llamo la atención un nuevo museo de cera con escritores y artistas de diversas ramas del arte.
La sedujo ese aire misterioso, con luces multicolores que realzaban las figuras allí expuestas.
Deslumbrada, una idea alocada se apropio de su cabeza.
En un descuido del guardia se escondió detrás de un alto mostrador de madera.
Ya lo había decidido, pasaría allí la noche.
Se apagaron las luces, pero no del todo, algunas tenues, iluminaban los salones.

Comenzó a recorrer esta vez con paso lento hasta que llego donde estaba George Sand, la famosa escritora feminista que ella tanto admiraba.
La mirada profunda la conmovió, parece real, se dijo,
Mientras le quitaba con mucho cuidado una chalina y se la colocaba en su garganta.
Un deseo irrefrenable de escribir, la invadió
Busco en su cartera, siempre llevaba una libreta y apoyada en el escritorio comenzó a llenar la hoja en blanco. Como si una mano invisible guiara su estilográfica.
Perdió el sentido del tiempo.
Leyó con detenimiento e incrédula comprobó que era una parte del texto “Un invierno en Mallorca”. Allí faltaba Frederic, pensó
Lo guardo en su bolso y atónita siguió caminando. En un costado, Edith Piaf la miraba, casi sonriente. El gorrión de Paris, dijo casi en voz alta.
Emocionada le acaricio el brazo y de pronto de su boca comenzó a brotar una melodía, La vie en rose y después otra, Milord.
Creyó estar dentro de un sueño.

En un escenario de época apoyada en una barra
Marlene Dietrich, la única que pudo hacerle sombra a Greta Garbo con su mirada seductora y envuelta en una estola de visón,
El ángel azul, la que se atrevió a rechazar propuestas de Hitler y muy amiga de la Piaf no podía faltar.
Con delicadeza le quito el cuello de piel y se lo coloco.
La voz áspera y envolvente salio de su garganta con los acordes de Enamorándome
( ich bin von Kopf bis Fuss auf Liebe eingestellt )
Maravilloso lo que le sucedía.Tendria mucho que contar a sus nietos
Sobresaltada observo que las primeras luces de la mañana se filtraban por algunas ventanas.
Sentada sobre una tarima, espero hasta que oyó las voces de los visitantes, cuando pasaron a su lado, se mezclo entre la gente y se acerco a la puerta.
Al salir repitió lo que siempre había pensado
Paris, ciudad mágica e inolvidable. SILVIA N. FABIANI

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