SOMOS DOS
Somos dos locos del amor
Nos cobijan las calles,
esas que tienen un no se que.
Y la lluvia nos moja y nos alivia
del peso inevitable de la vida.
Nos decimos te amo,
sin pronunciar siquiera una palabra.
Nuestros cuerpos dialogan
sin tocarse y la miradas
nos bañan el alma con el agua mágica
haciéndonos volar.
Somos dos locos del amor
Solos al fin, pero aguerridos.
Somos uno, cada cual en su vereda,
sin perdernos de vista,
Somos dos. SYLVIE
martes, 22 de julio de 2008
lunes, 14 de julio de 2008
Experiencia amorosa
Se miró al espejo con detenimiento, poco quedaba de su figura delgada y esbelta, los años no la habían perdonado. Cerró los ojos y no pudo evitar el recuerdo. Fue hasta el último cajón de la cómoda y sacó un maletín negro, allí estaban las cartas, los sellos postales provenientes de diferentes países la conmovieron. Tomó un sobre y sacó una hoja de color verde nilo donde se apreciaba una letra grande con tinta negra. Párrafos en castellano, en alemán y otros en clave, por si alguien interceptaba la correspondencia no pudiese interpretar lo que allí decía. Desbordantes de amor, fueron las que le ayudaron a sobrellevar momentos trágicos de su vida. Colocó nuevamente la misiva dentro del sobre, la guardó, como si el pensar en todo aquello le hiciera daño.
La noche anterior había nevado, si bien el frío se hacía sentir estaban abrigados para la ocasión. Llegaron muy temprano al consulado. Había muy pocos empleados, Silvana y Carlos tomaron asiento, después que una solícita recepcionista los hiciera pasar. El Cónsul los recibirá enseguida, dijo con voz amable.
Cuando el apareció y los invitó a pasar a su despacho, Silvana se sintió impresionada. Aún mas cuando su simpatía desplegada naturalmente, hizo que la convidara con un cigarrillo.
La sonrisa amplia y una mirada profunda fueron desencadenantes
para quedar prendada de ese hombre alto y elegante que cambiaria el sentido de su vida.
Los asesoro sobre las reuniones que se hacían con artistas que venían en parte para aplacar la nostalgia de los residentes sobre su país natal.
En uno de los encuentros fueron presentados a un grupo que hacia años que estaban allí. Asados, exposiciones, cenas representaciones artísticas, cualquier motivo era buena excusa para encontrarse.
Una empleada del Consulado había renunciado y Juan le preguntó si ella tendría interés en suplantarla, no dudó ni un instante en contestar, tuvo una corta entrevista con el embajador y a los dos días integraba el equipo de funcionarios.
La atracción iba en crescendo considerando que compartían muchas horas y momentos con poco trabajo donde se permitían dialogar y conocerse mejor.
Los dos ignoraban el camino tortuoso que habían iniciado, no eran libres y la necesidad de estar cerca uno del otro se convirtió
en evidencias para los demás que comenzaron a notarlo.
Ella seguía tratándolo de usted pues lo admiraba a tal extremo que cuando el le pedía algún esfuerzo extra con respecto a actualizar planillas ella asentía y en broma le contestaba que por el iba hasta la China de rodillas.
En una ocasión el había obviado firmar unas facturas y ella le pregunto sonriente que le sucedía ¿esta enamorado? le pregunto, a lo que el contesto de inmediato Si, de usted y salio de la oficina rápidamente como si tomara conciencia de la gravedad de lo que había dicho. A partir de esa conversación se encerraba en su oficina por horas. Y ella se limitaba a llevarle los papeles para la firma y no iniciaba ningún tipo de conversación. Tuvo que hacer una suplencia en Munich.
La ausencia, que duro tres meses aplicó paños fríos a la situación. Pero el vacío que ella sentía la entristeció. Cuando todo volvió a la normalidad, los dos eran conscientes de lo que los unía. La separación fue dolorosa, a veces duraba tres o cuatro años pero esos encuentros eran alentados por una ininterrumpida comunicación de cartas que iban y venían.
Y asi se les paso la vida.
Y el tiempo que no perdona. Sobrevino el desencanto, el desgaste, pero nunca el olvido.
El va donde su destino lo lleva, hoy es la China y ella lo busca en las estrellas.¿Aun lo espera? No tiene la respuesta. SYLVIE
Brisas del pasado
Amalia se miró al espejo. Profundas ojeras surcaban sus ojos.
Esta había sido la noche mas larga de su vida.
Los recuerdos no le permitían conciliar el sueño. Una y otra vez la figura de Raúl se le presentaba persecutoria y exigente.
Hacía veinte años que no se veían. Ella sabía muy bien dónde ubicarlo pero de acuerdo habían decidido no verse, ni comunicarse.
El estaba en Europa según un amigo de los dos y ella había reincidido en una relación rutinaria y aplastante. Reconocía y asumía la depresión que la invadía.
El llamado la conmovió, más aun cuando le dijo que deseaba verla. Guardo silencio y por fin accedió.
Estaba de paso por Sudamérica en un viaje de negocios.
Se verían en ese bar, donde tantas veces se cobijaron de miradas extrañas.
Desde allí caminaban hasta la plaza acaramelados como dos adolescentes. Cuando estaban juntos el mundo desaparecía.
Se maquilló suavemente y se puso el trajecito gris que a el tanto le agradaba.
Si se apuraba alcanzaría el tren de las dieciocho que era semirapido y no venia tan completo. Se ubico en el último asiento, del lado de la ventanilla. Le encantaba mirar lo que pasaba delante de ese gran marco de madera complementado con la sinfonía galopante que ejecutaban las ruedas sobre las vías.
Pensó en lo felices que eran, despreocupados y joviales.
¿Estaría igual? ¿La recordaría como ella a el con verdadero afecto?
Un vendedor ambulante le ofreció un chocolate y la distrajo por un momento de sus pensamientos. En la próxima estación debía descender.
Al llegar a la puerta del bar las piernas le flaquearon pero se irguió
y trato de sobreponerse.
Las canas surcaban sus sienes, pero se conservaba delgado y su límpida mirada era la misma de entonces. Se abrazaron en el discreto aparte. Cuando salieron, la noche había esparcido sus sombras.
Se despidieron mirándose a los ojos, los dos comprendieron que el tiempo deja huellas. SYLVIE
jueves, 3 de julio de 2008
Esperanza
Mirar el paisaje y esperar,
que el amor reviva en nuestra piel.
Subir al edificio más alto, ponernos de cabeza,
Y flotar en el aire cual dos zapatillas pendulares
Tomar una mano y atravesar la reja
que nos lleve al país de maravillas.
Vestirnos de gala
para asistir al festín que cada día
nos ofrece la vida
aunque la lluvia nos moje hasta los huesos y
llorar después acurrucados
como pájaros errantes sin destino. SYLVIE
Mirar el paisaje y esperar,
que el amor reviva en nuestra piel.
Subir al edificio más alto, ponernos de cabeza,
Y flotar en el aire cual dos zapatillas pendulares
Tomar una mano y atravesar la reja
que nos lleve al país de maravillas.
Vestirnos de gala
para asistir al festín que cada día
nos ofrece la vida
aunque la lluvia nos moje hasta los huesos y
llorar después acurrucados
como pájaros errantes sin destino. SYLVIE
Análisis Terapéutico
Pedro estaba ansioso por llegar.
Hacía días que no dormía, ya no podía darse mas plazos. Tomó la decisión y pidió un turno con el psicoanalista.
El sueño lo perseguía, tal vez no fuera del todo así, pero el lo creía.
Apenas llegó, la recepcionista lo hizo pasar al consultorio.
Un hombre joven lo recibió amablemente, invitándolo a sentarse.
Comenzó a hablar diciendo que su vida se había convertido en un calvario, hacia meses que dormir le producía una sensación similar al terror, pues el sueño se repetía una y otra vez.
Ascendía a un tren que entraba en una catedral y el quedaba delante de un altar con muchas velas. Después subía a un campanario por una escalera de madera angosta y con escalones crujientes. Siempre corría, con desesperación pues una sombra lo perseguía. Luego descendía y regresaba al tren que flotaba en el aire y se movía como si una fuerza poderosa lo impulsara.
Despertaba transpirado como su hubiese corrido kilómetros.
El profesional le pidió que se tranquilizara, al contarlo se veía alterado y nervioso.
Le preguntó sobre su vida. Respondió algunas veces con evasivas.
En realidad era reacio a contar intimidades, pero comprendió que si no se sinceraba, nadie podría ayudarlo.
Llevaba muchos años de matrimonio y reconocía que como marido fiel era un fracaso, tenía otra mujer con la que compartía situaciones que con su esposa no hubiesen sido posibles por diferencias de conceptos.
La amante era mucho mas joven que el y a veces le era casi imposible contener los celos que lo embargaban.
Quería a su señora y sentía culpabilidad por su bigamia pero su naturaleza lo sobrepasaba.
El psicólogo le dijo que tenía dos opciones. Engañar a su conciencia, lo que no era nada fácil o comenzar a ser fiel. Se decidió por lo último, el sueño comenzó a espaciarse hasta desaparecer. En otra de las entrevistas, le dijo
La culpa se materializa a veces en forma persecutoria y dramática, Cuesta portarse bien, pero es beneficioso para todos. Aunque el diablo siempre esta atento para tender su trampa. Pedro sonrío, le tendió la mano y cerrando suavemente la puerta aspiro el aire fresco de la mañana. SYLVIE
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