Por fin, tiene los ojos cerrados
Concluyo la pesadilla.
En cualquier momento llegara la ambulancia.
Cuarenta años de soportar infidelidades y no precisamente con mujeres de categoría.
En la época que manejaba el taxi se posesiono como latín lover. Sentía predilección por las morochas.
La mayoría de sus levantes eran en el colectivo o en los bares donde el café por las tardes, era la excusa.
Ya jubilado disponía de mucho tiempo y lo utilizaba para sus conquistas
Una vez encontré escritos y al leerlos me descompuse,
el muy traidor se había acostado con una de mis tías y lo consideraba un hecho natural .
Los anónimos por debajo la puerta, llamadas telefónicas o cruzarme con alguien a la salida de mi casa cuando iba a mi trabajo eran continuos.
Las abandonadas pretendían vengarse
Porque el idiota daba la dirección de nuestra casa sin pensar que era un bumerang, que podía volverse contra el en cualquier momento
La ultima fue una rubiecita con aspecto delicado, que con frases entrecortadas y llorando me contó el maltrato psicológico de que la hacia objeto.
Y con mi hermana, el creyó que no me daba cuenta pero guarde silencio por mis hijos.
Esa fue la rabia contenida que me hizo tomar la decisión.
Hacia años que era impotente e ingería cualquier medicamento del mercado para recuperar su virilidad, siempre infructuosamente. Cuando salíamos juntos con gran disimulo miraba a cualquier exponente femenino con marcado interés.
El infeliz pensó en su soberbia que porque yo fingía
gozar con sus caricias, aun estaba enamorada
Ya era un suplicio aceptar su contacto. El olor a ginebra que despedía solo me provocaba desprecio y rechazo.
Al jubilarme los dueños de la empresa me propusieron continuar trabajando y al pensar en Cesar, acepte.
Nuestros encuentros, algún que otro mediodía se justificaban con idas al dentista o algún otro profesional que se me ocurriera.
El ya no sabrá que seguiré disfrutando de mi amante
Lo miro, esta quieto, pero en mi mente se repite la escena.
Cuando esa mañana se descompuso pensé que el destino había propiciado la situación y al ayudarlo para llegar a la cama, me pidió las pastillas del corazón.
Fui indiferente a su reclamo, como si no hubiese escuchado.
Ya casi sin voz, repitió : las pastillas, por favor
Las convulsiones, la respiración agitada y por fin el silencio.
Suena el timbre, un gran alivio me invade, lo miro una vez más, sin emoción, sin tristeza.
Silvia N. Fabiani
CALANDRIAS AL VIENTO
PALABRAS LANZADAS AL VIENTO COMO PAJAROS EN LIBERTAD
domingo, 5 de junio de 2011
viernes, 27 de mayo de 2011
Marruecos
Regrese a buscarte.
Casablanca.
El negro Sam tocaba la canción
de nuestra dicha.
Pero tú ya no estabas.
Me senté en la mesa del recuerdo
y tu silla vacía
incito mis lágrimas de culpa.
¡Tócala Sam !
resonó tu voz en el salón,
y yo tan sola.
Regrese a buscarte
a susurrar en tu oído que te amo.
Pero tu,
tu ya no estabas.
Regrese a buscarte.
Casablanca.
El negro Sam tocaba la canción
de nuestra dicha.
Pero tú ya no estabas.
Me senté en la mesa del recuerdo
y tu silla vacía
incito mis lágrimas de culpa.
¡Tócala Sam !
resonó tu voz en el salón,
y yo tan sola.
Regrese a buscarte
a susurrar en tu oído que te amo.
Pero tu,
tu ya no estabas.
miércoles, 25 de mayo de 2011
Sin nada
Sin nada entre las manos,
tan solo tu imagen,
a través de un vidrio esmerilado
las caricias perdidas y
el corazón sin brío.
Desvarían los sueños
prendidos en el amanecer,
que como alondras
se alejan sin retorno.
Sin nada,
El gris de cada día,
abruma el porvenir,
aquieta el pulso.
Y el contorno de tu cuerpo,
que estampado en el cristal
provoca
el deseo voraz de aprisionarte.
Sin nada,
rutina cruel esta,
la de mirarte a la distancia,
embriagada de ti
con dolor, con ansia,
sin aliento.
Sylvie
Sin nada entre las manos,
tan solo tu imagen,
a través de un vidrio esmerilado
las caricias perdidas y
el corazón sin brío.
Desvarían los sueños
prendidos en el amanecer,
que como alondras
se alejan sin retorno.
Sin nada,
El gris de cada día,
abruma el porvenir,
aquieta el pulso.
Y el contorno de tu cuerpo,
que estampado en el cristal
provoca
el deseo voraz de aprisionarte.
Sin nada,
rutina cruel esta,
la de mirarte a la distancia,
embriagada de ti
con dolor, con ansia,
sin aliento.
Sylvie
ASI
Así, aspirando tú aliento,
que la tierra detenga su girar
Sin preguntar,
ninguna explicación
Tocarte los contornos y grabar en mi mente
cada rasgo de ti
Ese murmullo de la lluvia
que acompasa el movimiento sutil
de nuestros cuerpos.
Así, en piel y sangre
hoguera que consume el ayer
y se hace carne en el ahora..
Cautivar el momento,
eternizar la imagen
de tus ojos reflejados en los míos
Así, en el silencio y en el grito,
El mundo girando en nuestro abrazo.
Así, de nada y todo
Algarabía de un amor impensado.
Sylvie
Así, aspirando tú aliento,
que la tierra detenga su girar
Sin preguntar,
ninguna explicación
Tocarte los contornos y grabar en mi mente
cada rasgo de ti
Ese murmullo de la lluvia
que acompasa el movimiento sutil
de nuestros cuerpos.
Así, en piel y sangre
hoguera que consume el ayer
y se hace carne en el ahora..
Cautivar el momento,
eternizar la imagen
de tus ojos reflejados en los míos
Así, en el silencio y en el grito,
El mundo girando en nuestro abrazo.
Así, de nada y todo
Algarabía de un amor impensado.
Sylvie
martes, 19 de abril de 2011
JORGE---3RA PERSONA----CLASE MEDIA----INTELECTUAL.------40 AÑOS
RENGUEA Y TARTAMUDEA
ESTABA EN UNA REUNION DE DESPEDIDA DE FIN DE AÑO EN LA OFICINA CUANDO DE PRONTO SE CORTO LA LUZ Y APARECIO UNA SOMBRA.
Jorge me había comentado sobre los preparativos del festejo de fin de año.
Estaba realmente entusiasmado. Y me alegraba, la crisis depresiva no le permitía disfrutar de la vida.
El accidente automovilístico fue desencadenante.
En ese momento no estaba solo, todos lo sabíamos pero por amistad, nadie pregunto.
La renguera y el tartamudeo eran una secuela.
Se ayudaba con un bastón que resaltaba su aspecto de intelectual.
Ese 31 de diciembre seria para entrar en el pasado, mientras festejaban con bromas y cánticos, se corto la luz.
Jorge vio la sombra reflejada en la ventana, un sobresalto y el recuerdo se apersono.
Sintió remordimientos.
Ella regresaba para vengarse.
Cuando le dijo que estaba embarazada se puso como loco, el tenia un compromiso con otra mujer.
Intuyo que esa noche de placer se convertiría en una pesadilla
La joven insistió en tener a su hijo.
Iban a una velocidad de más de cien kilómetros por hora.
Lo hizo con premeditación, sin el cinturón de seguridad ella saldría a través del vidrio delantero con pocas posibilidades de salvarse.
Se fue contra la banquina y freno de golpe.
Todo salio como el lo había calculado.
Los frenos del auto estaban gastados y esto propicio que los peritos diagnosticaran a su favor, además llovía y el asfalto estaba resbaladizo
Un accidente mas, el tuvo algunos magullones y fractura de rodilla.
Si, ella había regresado para vengarse.
Sintió que le estrujaban la garganta, gritaba pero su voz no salía.
La noticia sorprendió, jorge Garrido se había suicidado sin motivos aparentes, decía el matutino.
Fue encontrado muerto con su corbata atada al cuello, con los ojos desorbitados y la mirada aterrada como si hubiese visto un fantasma.
Silvia Noemí Fabiani
RENGUEA Y TARTAMUDEA
ESTABA EN UNA REUNION DE DESPEDIDA DE FIN DE AÑO EN LA OFICINA CUANDO DE PRONTO SE CORTO LA LUZ Y APARECIO UNA SOMBRA.
Jorge me había comentado sobre los preparativos del festejo de fin de año.
Estaba realmente entusiasmado. Y me alegraba, la crisis depresiva no le permitía disfrutar de la vida.
El accidente automovilístico fue desencadenante.
En ese momento no estaba solo, todos lo sabíamos pero por amistad, nadie pregunto.
La renguera y el tartamudeo eran una secuela.
Se ayudaba con un bastón que resaltaba su aspecto de intelectual.
Ese 31 de diciembre seria para entrar en el pasado, mientras festejaban con bromas y cánticos, se corto la luz.
Jorge vio la sombra reflejada en la ventana, un sobresalto y el recuerdo se apersono.
Sintió remordimientos.
Ella regresaba para vengarse.
Cuando le dijo que estaba embarazada se puso como loco, el tenia un compromiso con otra mujer.
Intuyo que esa noche de placer se convertiría en una pesadilla
La joven insistió en tener a su hijo.
Iban a una velocidad de más de cien kilómetros por hora.
Lo hizo con premeditación, sin el cinturón de seguridad ella saldría a través del vidrio delantero con pocas posibilidades de salvarse.
Se fue contra la banquina y freno de golpe.
Todo salio como el lo había calculado.
Los frenos del auto estaban gastados y esto propicio que los peritos diagnosticaran a su favor, además llovía y el asfalto estaba resbaladizo
Un accidente mas, el tuvo algunos magullones y fractura de rodilla.
Si, ella había regresado para vengarse.
Sintió que le estrujaban la garganta, gritaba pero su voz no salía.
La noticia sorprendió, jorge Garrido se había suicidado sin motivos aparentes, decía el matutino.
Fue encontrado muerto con su corbata atada al cuello, con los ojos desorbitados y la mirada aterrada como si hubiese visto un fantasma.
Silvia Noemí Fabiani
Recuerdos
Afuera la lluvia arrecia. Recostada en la cama miro un álbum
de fotos, esa, la de color sepia que siempre me conmueve acapara mi atención
Me hubiese gustado estar en la imagen.que dispara mis recuerdos Yo no había nacido todavía, es mas mi madre se veía joven y bella.
Mis abuelos sonriendo parados a la cabecera de una larga mesa con mis tios, primos mayores y allegados a la familia, festejando algún aniversario.
Mi abuela, esa señora alta y corpulenta, de piel transparente.
Siempre peinada con rodete, de ojos color celestial que miraban tiernamente.
Esa que había tenido siete hijos entre los que estaba mi madre, la que había soportado a mi abuelo, hombre imponente acido y enérgico que con su presencia infundía miedo, pero también respeto, pues era trabajador y amante de su familia.
Mas que una familia un clan, que después con los años llegue a querer y a sentir orgullo por integrarla.
Vivíamos en el barrio de Coghlan, en una casona inmensa y vieja. Mi abuela ya separada de mi abuelo( algún día me atreveré a contar su historia, lo poco que se y mis vivencias con el) dormía en una pequeña habitación al fondo y a la hora de la siesta, los chicos nos quedábamos adentro pues pasaba muy oriunda la señora Iguana, esa que nos inspiraba terror.
Manera de asustarnos y mantenernos dentro de la casa por lo menos algunas horas.
Suponiendo que mi abuela ya se había dormido Yo entraba a su cuarto y llevaba sus zapatos de cuero negro y taco cuadrado hasta la galería donde me los ponía.
Tenía cinco años y a mi pequeño pie de niña le sobraba más de medio
zapato, sosteniéndome de una de las columnas y haciendo equilibrio lograba dar algunos pasos
Después se los colocaba al lado de su cama.
Me sentía feliz con esta travesura.
Amalia era su nombre y hablaba solo en italiano, su voz sonaba dulce a mis oídos.
En su cómoda tenia un frasco de vidrio a rosca donde guardaba camelos envueltos en papeles de colores con los que me premiaba si me portaba bien, pues era muy traviesa.
Cuando tenía ganas de comer alguna golosina intentaba abrir el frasco pero mi mano pequeña sin la suficiente fuerza, se resentía, sin lograrlo.
La puerta de entrada a la casa era de rejas altas, también las había a los costados salientes de un corto paredón
A la derecha, el jardín con sus rosales, los jazmines y la estrella federal contra la pared eran un deleite para la vista.
En el medio tres escalones de mármol y un pequeño corredor hacia una segunda puerta que comunicaba a una galería espaciosa e iluminada.
A la izquierda debajo de una frondosa parra de uva moscatel un juego de mesa de mármol con asientos redondos decoraba el lugar, allí en las tardes de verano nos sentábamos a tomar el café con leche con pan y manteca o la chocolatada con churros.
Me encantaba colocar caracoles enfrentados y los observaba embelesada esperando que se movieran, eran tan asustadizos que al menor toque de mis dedos se metían dentro de su caparazón.
Hoy siento que me agradaría ser como ellos o como mi tortuga, llevar mi casa a cuestas y si alguien me hiere, meterme en el refugio
Niñez inolvidable, ingenuidad, pureza.
La vereda era ancha y jugábamos a la rayuela bajo la mirada atenta de la abuela que desde el jardín nos observaba.
Años felices de risas y cánticos.
Ya no llueve, mi vista cansada suelta una lagrima, apago la luz, me abraza el tiempo.
Silvia Noemí Fabiani
Afuera la lluvia arrecia. Recostada en la cama miro un álbum
de fotos, esa, la de color sepia que siempre me conmueve acapara mi atención
Me hubiese gustado estar en la imagen.que dispara mis recuerdos Yo no había nacido todavía, es mas mi madre se veía joven y bella.
Mis abuelos sonriendo parados a la cabecera de una larga mesa con mis tios, primos mayores y allegados a la familia, festejando algún aniversario.
Mi abuela, esa señora alta y corpulenta, de piel transparente.
Siempre peinada con rodete, de ojos color celestial que miraban tiernamente.
Esa que había tenido siete hijos entre los que estaba mi madre, la que había soportado a mi abuelo, hombre imponente acido y enérgico que con su presencia infundía miedo, pero también respeto, pues era trabajador y amante de su familia.
Mas que una familia un clan, que después con los años llegue a querer y a sentir orgullo por integrarla.
Vivíamos en el barrio de Coghlan, en una casona inmensa y vieja. Mi abuela ya separada de mi abuelo( algún día me atreveré a contar su historia, lo poco que se y mis vivencias con el) dormía en una pequeña habitación al fondo y a la hora de la siesta, los chicos nos quedábamos adentro pues pasaba muy oriunda la señora Iguana, esa que nos inspiraba terror.
Manera de asustarnos y mantenernos dentro de la casa por lo menos algunas horas.
Suponiendo que mi abuela ya se había dormido Yo entraba a su cuarto y llevaba sus zapatos de cuero negro y taco cuadrado hasta la galería donde me los ponía.
Tenía cinco años y a mi pequeño pie de niña le sobraba más de medio
zapato, sosteniéndome de una de las columnas y haciendo equilibrio lograba dar algunos pasos
Después se los colocaba al lado de su cama.
Me sentía feliz con esta travesura.
Amalia era su nombre y hablaba solo en italiano, su voz sonaba dulce a mis oídos.
En su cómoda tenia un frasco de vidrio a rosca donde guardaba camelos envueltos en papeles de colores con los que me premiaba si me portaba bien, pues era muy traviesa.
Cuando tenía ganas de comer alguna golosina intentaba abrir el frasco pero mi mano pequeña sin la suficiente fuerza, se resentía, sin lograrlo.
La puerta de entrada a la casa era de rejas altas, también las había a los costados salientes de un corto paredón
A la derecha, el jardín con sus rosales, los jazmines y la estrella federal contra la pared eran un deleite para la vista.
En el medio tres escalones de mármol y un pequeño corredor hacia una segunda puerta que comunicaba a una galería espaciosa e iluminada.
A la izquierda debajo de una frondosa parra de uva moscatel un juego de mesa de mármol con asientos redondos decoraba el lugar, allí en las tardes de verano nos sentábamos a tomar el café con leche con pan y manteca o la chocolatada con churros.
Me encantaba colocar caracoles enfrentados y los observaba embelesada esperando que se movieran, eran tan asustadizos que al menor toque de mis dedos se metían dentro de su caparazón.
Hoy siento que me agradaría ser como ellos o como mi tortuga, llevar mi casa a cuestas y si alguien me hiere, meterme en el refugio
Niñez inolvidable, ingenuidad, pureza.
La vereda era ancha y jugábamos a la rayuela bajo la mirada atenta de la abuela que desde el jardín nos observaba.
Años felices de risas y cánticos.
Ya no llueve, mi vista cansada suelta una lagrima, apago la luz, me abraza el tiempo.
Silvia Noemí Fabiani
viernes, 28 de enero de 2011
Para los amigos
Uno se entiende mejor con un enemigo que con un traidor.
Siento que soy libre, pero se que no lo soy.
La conciencia es algo más que una espina.
Más busca en tu espejo al otro, al otro que va contigo.
Se loco cuando la ocasión te lo reclame.
La gran creadora de la verdad es la mentira.
El poeta juega al ajedrez sin tablero por eso a veces no se entiende lo que escribe.
Para poder amar hay que dar la nariz contra el suelo, para después subir al paraíso.
La convicción es la espada de acero que protege nuestra vida.
El idealismo nos impulsa por caminos desconocidos, a veces azarosos pero mantiene nuestro espíritu vivo.
La vida es el interrogante más importante para el ser humano.
La muerte es la respuesta a todos los interrogantes.
La discriminación no afecta individualmente sino a la humanidad entera.
El odio es inconducente castiga la vida de quien lo siente y estimula.
El amor bien entendido halaga nuestro corazón y libera el alma.
El atractivo de la vida es el misterio.
La amistad es un sentimiento puro, que enaltece al hombre.
Silvia N. Fabiani
Uno se entiende mejor con un enemigo que con un traidor.
Siento que soy libre, pero se que no lo soy.
La conciencia es algo más que una espina.
Más busca en tu espejo al otro, al otro que va contigo.
Se loco cuando la ocasión te lo reclame.
La gran creadora de la verdad es la mentira.
El poeta juega al ajedrez sin tablero por eso a veces no se entiende lo que escribe.
Para poder amar hay que dar la nariz contra el suelo, para después subir al paraíso.
La convicción es la espada de acero que protege nuestra vida.
El idealismo nos impulsa por caminos desconocidos, a veces azarosos pero mantiene nuestro espíritu vivo.
La vida es el interrogante más importante para el ser humano.
La muerte es la respuesta a todos los interrogantes.
La discriminación no afecta individualmente sino a la humanidad entera.
El odio es inconducente castiga la vida de quien lo siente y estimula.
El amor bien entendido halaga nuestro corazón y libera el alma.
El atractivo de la vida es el misterio.
La amistad es un sentimiento puro, que enaltece al hombre.
Silvia N. Fabiani
LA FARSA
La farsa termina sin palabras mentidas,
ni intento de salvar lo que no fue.
fantasía diluida que se perdió
en el desamor.
El beso fingido y el corazón desierto.
Desterrar la intención de exigir.
La respuesta se filtra
como la gota que insistente,
logra horadar la piedra.
No se obliga al amor a dar lo que no siente.
Frustración obsecuente
Y el cántaro desborda,
casi tan natural como la lluvia.
El anuncio acertado,
desdibuja el obligado encuentro.
Se apodera el silencio del alma
que aun herida, no reniega del hecho consumado
El viento evapora el fluido entre las sombras
Y el saxo entona la cruel melodía
del adiós.
Silvia N Fabiani.
La farsa termina sin palabras mentidas,
ni intento de salvar lo que no fue.
fantasía diluida que se perdió
en el desamor.
El beso fingido y el corazón desierto.
Desterrar la intención de exigir.
La respuesta se filtra
como la gota que insistente,
logra horadar la piedra.
No se obliga al amor a dar lo que no siente.
Frustración obsecuente
Y el cántaro desborda,
casi tan natural como la lluvia.
El anuncio acertado,
desdibuja el obligado encuentro.
Se apodera el silencio del alma
que aun herida, no reniega del hecho consumado
El viento evapora el fluido entre las sombras
Y el saxo entona la cruel melodía
del adiós.
Silvia N Fabiani.
martes, 28 de diciembre de 2010
martes 28 de diciembre de 2010
Saber de las distancias
Yo que se de distancias,de la nostalgia afiebrada
que embarga al corazón.
Ese cielo tan azul, que parece el mismo, pero no es así.
Tan solo lo sabe el que lo sufre.
Añoranza del suelo y los rostros queridos
que bailotean en el espiral de los recuerdos.
Y esa línea que cruza el horizonte
tentación constante del viajero.
Estirar las manos, apresarla.
El gesto vano
y ella que se aleja indiferente.
Si el olvido fuese oasis.
ante las huellas imborrables,
sosiego para el alma cansada
de hurgar por los rincones del mundo.
Se acrecienta el deseo, del regreso.
Los árboles viejos, que aun esperan.
y la muchacha aquella ,
que dibujo la luna sobre el río.
Yo que se de distancias
quiero un lugar, aquí en mis calles
sin mirar para atrás,
el tiempo ya no espera.
y tu mirada azul me incita,
a contemplar la luna en el silencio
Silvia N. Fabiani
Saber de las distancias
Yo que se de distancias,de la nostalgia afiebrada
que embarga al corazón.
Ese cielo tan azul, que parece el mismo, pero no es así.
Tan solo lo sabe el que lo sufre.
Añoranza del suelo y los rostros queridos
que bailotean en el espiral de los recuerdos.
Y esa línea que cruza el horizonte
tentación constante del viajero.
Estirar las manos, apresarla.
El gesto vano
y ella que se aleja indiferente.
Si el olvido fuese oasis.
ante las huellas imborrables,
sosiego para el alma cansada
de hurgar por los rincones del mundo.
Se acrecienta el deseo, del regreso.
Los árboles viejos, que aun esperan.
y la muchacha aquella ,
que dibujo la luna sobre el río.
Yo que se de distancias
quiero un lugar, aquí en mis calles
sin mirar para atrás,
el tiempo ya no espera.
y tu mirada azul me incita,
a contemplar la luna en el silencio
Silvia N. Fabiani
lunes, 22 de noviembre de 2010
Dejarse llevar
Dejarse llevar por el encanto.
Percibir los colores
que robo al arco iris.
Aspirar
ese olor diferente,
que se mezcla en el aire.
Sobrevuelan las aves,
las atrae el silencio,
que se rompe en mil partes,
cuando el tren se aproxima.
Las ramas se estiran,
en su vano intento
de alcanzar el cielo
Calidas fachadas
de un pasaje ingenioso
que en soledad ficticia
vibra.
Caminar entre risas
Sin presentir que cauta,
La noche se aproxima.
Silvia N.Fabiani
Dejarse llevar por el encanto.
Percibir los colores
que robo al arco iris.
Aspirar
ese olor diferente,
que se mezcla en el aire.
Sobrevuelan las aves,
las atrae el silencio,
que se rompe en mil partes,
cuando el tren se aproxima.
Las ramas se estiran,
en su vano intento
de alcanzar el cielo
Calidas fachadas
de un pasaje ingenioso
que en soledad ficticia
vibra.
Caminar entre risas
Sin presentir que cauta,
La noche se aproxima.
Silvia N.Fabiani
sábado, 30 de octubre de 2010
Barrio
Veredas gastadas mordidas por el tiempo,
sumisas, al paso crujiente del soldado.
El presuroso andar de una muchacha.
Alegre correteo de un niño alborotado
y el deslizar pausado de un anciano.
Veredas que saben del varón herido,
y lagrimas furtivas.
Que callan amores, de risas y huidas.
El viento acaricia y la lluvia calma
en la plaza sola, tan sola que amarra.
Veredas eternas, roídas, sin brillo.
Tan quietas, tan frías, pero también vivas.
Silvia N. Fabiani.
Veredas gastadas mordidas por el tiempo,
sumisas, al paso crujiente del soldado.
El presuroso andar de una muchacha.
Alegre correteo de un niño alborotado
y el deslizar pausado de un anciano.
Veredas que saben del varón herido,
y lagrimas furtivas.
Que callan amores, de risas y huidas.
El viento acaricia y la lluvia calma
en la plaza sola, tan sola que amarra.
Veredas eternas, roídas, sin brillo.
Tan quietas, tan frías, pero también vivas.
Silvia N. Fabiani.
viernes, 29 de octubre de 2010
Nosotros ¿Que somos?
Dijiste, convincente
La pregunta floto en el aire,
como misil en suspenso,
Tus ojos esperaban
la respuesta inmediata.
Seductor por oficio,
no reparaste en riesgo.
Me quede sin palabras,
Rebelde a tu propuesta
entre en el laberinto de la duda.
Hubo brisa y tormenta,
pero llego la calma.
Tu presencia,
le da paz a mi alma.
No busques nada más,
lo expuesto te lo brindo sin reparo.
Mecanismo extraño,
de presentir tus ansias.
Tironeas de mi, tientas mi esencia.
Provocas mis sentidos
Y quiero combatir contra tu fuerza.
Mirada de mar que sugestiva
invita a perderse en el oleaje.
¿Que somos? Lo que el destino escriba
en el impredecible libro de la vida.
Silvia N Fabiani
Dijiste, convincente
La pregunta floto en el aire,
como misil en suspenso,
Tus ojos esperaban
la respuesta inmediata.
Seductor por oficio,
no reparaste en riesgo.
Me quede sin palabras,
Rebelde a tu propuesta
entre en el laberinto de la duda.
Hubo brisa y tormenta,
pero llego la calma.
Tu presencia,
le da paz a mi alma.
No busques nada más,
lo expuesto te lo brindo sin reparo.
Mecanismo extraño,
de presentir tus ansias.
Tironeas de mi, tientas mi esencia.
Provocas mis sentidos
Y quiero combatir contra tu fuerza.
Mirada de mar que sugestiva
invita a perderse en el oleaje.
¿Que somos? Lo que el destino escriba
en el impredecible libro de la vida.
Silvia N Fabiani
La muchacha que aun habita en mí,
La muchacha que aun habita en mí
desea sentir cada mañana,
el canto lisonjero del zorzal.
La caricia sublime de la vida
y el deleite secreto de soñar.
Subir un peldaño cada día,
para alcanzar el horizonte huidizo,
que se escapa
en el intento vano de atraparlo.
La muchacha que aun habita en mí,
alienta en su alma
el tibio beso,
y el abrazo viril que nunca llega.
El viento huracanado que aprisione
mi cuerpo sediento y lo traslade
al mágico lugar de tu silencio.
La muchacha que aun habita en mí
Curtió su rostro con las huellas del tiempo
y sus ojos brillaron por un amor perdido
Y hoy aquí, cerca tuyo,
revivió el dulce encanto
de saberse mujer.
Silvia N. Fabiani
La muchacha que aun habita en mí
desea sentir cada mañana,
el canto lisonjero del zorzal.
La caricia sublime de la vida
y el deleite secreto de soñar.
Subir un peldaño cada día,
para alcanzar el horizonte huidizo,
que se escapa
en el intento vano de atraparlo.
La muchacha que aun habita en mí,
alienta en su alma
el tibio beso,
y el abrazo viril que nunca llega.
El viento huracanado que aprisione
mi cuerpo sediento y lo traslade
al mágico lugar de tu silencio.
La muchacha que aun habita en mí
Curtió su rostro con las huellas del tiempo
y sus ojos brillaron por un amor perdido
Y hoy aquí, cerca tuyo,
revivió el dulce encanto
de saberse mujer.
Silvia N. Fabiani
sábado, 16 de octubre de 2010
Mirada absurda de un amor inventado,
Perderse en el contorno de la sombra negada
Y el cuerpo que se entrega a la danza
enajenado.
Silueta dibujada en la mente siniestra
el agua que fluye y se convierte en lluvia
inundando la alcoba.
Vendaval de pasión,
en la noche sin muecas.
el hastío que estruja ,
la blanquecina tela,
y el dolor de la ausencia,
trepándose al silencio.
Silvia N. Fabiani
Perderse en el contorno de la sombra negada
Y el cuerpo que se entrega a la danza
enajenado.
Silueta dibujada en la mente siniestra
el agua que fluye y se convierte en lluvia
inundando la alcoba.
Vendaval de pasión,
en la noche sin muecas.
el hastío que estruja ,
la blanquecina tela,
y el dolor de la ausencia,
trepándose al silencio.
Silvia N. Fabiani
lunes, 4 de octubre de 2010
ANONIMO (Seguí caminando, no te detengas. es muy importante.)
La tarde era lluviosa y gris.
Raúl paseaba absorto en sus pensamientos. El ritmo de samba del celular sonó fuerte
y la voz grave y desconocida le dijo que caminara sin detenerse, ni mirar para atrás.
Habría un nuevo contacto.
Perplejo atravesó el parque .En este llamado supo de que se trataba. Lo sabemos todo murmuro el hombre, sentate en un banco a esperar, fue la orden, y corto.
¿Que había sucedido? Su plan era perfecto.
Estaba harto de sus mentiras, cinco años tolerando sus engaños. La idea de matarla paso por su mente una y otra vez, hasta que la decisión corono la idea.
El viaje a la montaña, seria ideal para consumar el hecho. Los dos necesitaban descansar, hablar de sus proyectos, sin horarios ni presiones.
En esa época del año había pocos huéspedes en el Hotel. Ya instalados escucharon carcajadas que provenían del cuarto contiguo.
Mientras se dirigían al restaurante se cruzaron con varios jóvenes en el corredor,
Uno de ellos fijo la mirada en Patricia, su cabello rubio atraía..
Esa noche, era la elegida por Raúl para concretar la acción.
En un descuido de ella, puso la tableta en la bebida, al poco tiempo Patricia le pidió que fueran a dormir.
El arma con el silenciador esperaba ser usada.
Prendió el televisor. La mancha negra en la pared atrajo su mirada, seguramente humedad, se dijo.
Puso la cabeza de ella bajo la almohada y disparo desprovisto de emoción.
Ya en el estacionamiento puso el auto en marcha.
No más sufrimientos por un amor no correspondido.
Iluso, se dijo, alguien mas sabia, pero quien? El número de su celular figuraba en admisión, de allí lo consiguieron. Admitió su error.
Miedo que invadía su cuerpo, sus manos temblaban, lo observaban. Esta vez el ritmo de samba sonó tétrico.
Junta cien mil dólares, si queres seguir vivo. Mañana a esta hora, aquí.
Por fin entendió, la oscura mancha, disimulaba un visor a través de donde presenciaron su accionar.
No tenía escape, el dinero le seria imposible conseguirlo y la cárcel no la soportaría.
Sentado frente a su escritorio recordó tiempos felices. El estruendo hizo añicos el vidrio del portarretrato con la foto de Patricia que al caer sonreía, mientras la música macabra del celular seguía sonando.
SILVIA N: FABIANI
La tarde era lluviosa y gris.
Raúl paseaba absorto en sus pensamientos. El ritmo de samba del celular sonó fuerte
y la voz grave y desconocida le dijo que caminara sin detenerse, ni mirar para atrás.
Habría un nuevo contacto.
Perplejo atravesó el parque .En este llamado supo de que se trataba. Lo sabemos todo murmuro el hombre, sentate en un banco a esperar, fue la orden, y corto.
¿Que había sucedido? Su plan era perfecto.
Estaba harto de sus mentiras, cinco años tolerando sus engaños. La idea de matarla paso por su mente una y otra vez, hasta que la decisión corono la idea.
El viaje a la montaña, seria ideal para consumar el hecho. Los dos necesitaban descansar, hablar de sus proyectos, sin horarios ni presiones.
En esa época del año había pocos huéspedes en el Hotel. Ya instalados escucharon carcajadas que provenían del cuarto contiguo.
Mientras se dirigían al restaurante se cruzaron con varios jóvenes en el corredor,
Uno de ellos fijo la mirada en Patricia, su cabello rubio atraía..
Esa noche, era la elegida por Raúl para concretar la acción.
En un descuido de ella, puso la tableta en la bebida, al poco tiempo Patricia le pidió que fueran a dormir.
El arma con el silenciador esperaba ser usada.
Prendió el televisor. La mancha negra en la pared atrajo su mirada, seguramente humedad, se dijo.
Puso la cabeza de ella bajo la almohada y disparo desprovisto de emoción.
Ya en el estacionamiento puso el auto en marcha.
No más sufrimientos por un amor no correspondido.
Iluso, se dijo, alguien mas sabia, pero quien? El número de su celular figuraba en admisión, de allí lo consiguieron. Admitió su error.
Miedo que invadía su cuerpo, sus manos temblaban, lo observaban. Esta vez el ritmo de samba sonó tétrico.
Junta cien mil dólares, si queres seguir vivo. Mañana a esta hora, aquí.
Por fin entendió, la oscura mancha, disimulaba un visor a través de donde presenciaron su accionar.
No tenía escape, el dinero le seria imposible conseguirlo y la cárcel no la soportaría.
Sentado frente a su escritorio recordó tiempos felices. El estruendo hizo añicos el vidrio del portarretrato con la foto de Patricia que al caer sonreía, mientras la música macabra del celular seguía sonando.
SILVIA N: FABIANI
jueves, 30 de septiembre de 2010
Mudos Testigos
Le faltaba el aire. Marchaban tan juntos que sintió como si alguien apretara su garganta.
Calor, el sol le envolvía el cuerpo.
El asfalto caliente, el ruido de las botas al pisar fuerte, combinaban sonidos extraños.
El desfile siniestro, ese del que el formaba parte pronto finalizaría.
El cese de la guerra dejo las calles en silencio. Vacías, tristes, sin futuro. Desolación y sangre.
Eternas testigos del olor a pólvora.
Castigadas por no tener olvido.
El tiempo y las lluvias borraran las huellas.
Sobreviviente y andariego el destino lo sitúo en calles diferentes.
Respira olor a fresas y el clamor de las risas reemplazando tambores.
Las calles del pasado solo son un recuerdo.
SILVIAN: FABIANI
Le faltaba el aire. Marchaban tan juntos que sintió como si alguien apretara su garganta.
Calor, el sol le envolvía el cuerpo.
El asfalto caliente, el ruido de las botas al pisar fuerte, combinaban sonidos extraños.
El desfile siniestro, ese del que el formaba parte pronto finalizaría.
El cese de la guerra dejo las calles en silencio. Vacías, tristes, sin futuro. Desolación y sangre.
Eternas testigos del olor a pólvora.
Castigadas por no tener olvido.
El tiempo y las lluvias borraran las huellas.
Sobreviviente y andariego el destino lo sitúo en calles diferentes.
Respira olor a fresas y el clamor de las risas reemplazando tambores.
Las calles del pasado solo son un recuerdo.
SILVIAN: FABIANI
miércoles, 8 de septiembre de 2010
EL MUSICO
Lo cruce varias veces en el hall de entrada del edificio, serio, varonil, esbozaba una tenue sonrisa como saludo.
A veces coincidíamos con subir al ascensor, me cedía el paso con un gesto galante Le agradecía con una sonrisa y eso era todo.
¿Era todo?
Vivía en el tercer piso y yo en el segundo.
Durante la semana se ejercitaba y los sábados era un verdadero concierto. Desde muy temprano el saxofón sonaba al menos para mis oídos con una carga sensual irresistible.
Entonces todo se transformaba
Mi cama se convertía en un campo de batalla, los acordes
estrujaban mi cuerpo en actitud profana, y al horadar mi gruta, las tripas se enlazaban sin recato
Los órganos salían despedidos como títeres, que al ritmo de su melodía, bailoteaban grotescos a mi alrededor.
Música embrujada que aceleraba el latir de mi corazón y me trasladaba a un mundo perfecto.
Todo acontecía en segundos interminables de placer infinito.
Después, el letargo, el ruido de su paso firme al subir la escalera y el golpe de la puerta al cerrarse detrás de el .
Y otra vez el silencio que me expulsaba a la rutinaria soledad.
Silvia N. Fabiani
Lo cruce varias veces en el hall de entrada del edificio, serio, varonil, esbozaba una tenue sonrisa como saludo.
A veces coincidíamos con subir al ascensor, me cedía el paso con un gesto galante Le agradecía con una sonrisa y eso era todo.
¿Era todo?
Vivía en el tercer piso y yo en el segundo.
Durante la semana se ejercitaba y los sábados era un verdadero concierto. Desde muy temprano el saxofón sonaba al menos para mis oídos con una carga sensual irresistible.
Entonces todo se transformaba
Mi cama se convertía en un campo de batalla, los acordes
estrujaban mi cuerpo en actitud profana, y al horadar mi gruta, las tripas se enlazaban sin recato
Los órganos salían despedidos como títeres, que al ritmo de su melodía, bailoteaban grotescos a mi alrededor.
Música embrujada que aceleraba el latir de mi corazón y me trasladaba a un mundo perfecto.
Todo acontecía en segundos interminables de placer infinito.
Después, el letargo, el ruido de su paso firme al subir la escalera y el golpe de la puerta al cerrarse detrás de el .
Y otra vez el silencio que me expulsaba a la rutinaria soledad.
Silvia N. Fabiani
lunes, 6 de septiembre de 2010
Streep Tease
Penumbra, las volutas de humo se dispersan en el aire. La música tenue acaricia el oído.
Las muchachas en la tarima se contonean mientras las camareras satisfacen los pedidos de los clientes.
Los hombres ansiosos beben y ríen, beben y esperan.
Ella cubierta de velos multicolores y con la mirada ausente espía al público por un orificio disimulado.
Aplausos, la impaciencia del gentío la excita.
Es su momento, los aplausos se acrecientan, y un foco azulado que ilumina su figura.
Abre los brazos mientras se inclina, el movimiento estudiado de su cuerpo, la piel transparente, los ojos cargados de maquillaje y el aroma sensual que se respira, los embruja.
Caderas ondulantes, y cae el primer velo.
Sentada, estira una de sus piernas y apoya su brazo sobre la que tiene encogida, cambia de posición y abre sus piernas en ademán provocativo.
Sus lunas llenas al desnudo, despojada de gasas, se abraza al caño que decora el escenario, seductora.
Se escuchan silbidos de aprobación, también aplausos.
Comienza a deslizarse como un felino que se acerca a su presa,
Cautelosa, logrando el efecto deseado.
Cae la última prenda, la euforia llega a su máximo grado.
Se disipa la magia y vuelve la rutina al salón, mientras una mujer con el rostro humedecido se aleja corriendo por las grises calles de un otoño olvidado.
Penumbra, las volutas de humo se dispersan en el aire. La música tenue acaricia el oído.
Las muchachas en la tarima se contonean mientras las camareras satisfacen los pedidos de los clientes.
Los hombres ansiosos beben y ríen, beben y esperan.
Ella cubierta de velos multicolores y con la mirada ausente espía al público por un orificio disimulado.
Aplausos, la impaciencia del gentío la excita.
Es su momento, los aplausos se acrecientan, y un foco azulado que ilumina su figura.
Abre los brazos mientras se inclina, el movimiento estudiado de su cuerpo, la piel transparente, los ojos cargados de maquillaje y el aroma sensual que se respira, los embruja.
Caderas ondulantes, y cae el primer velo.
Sentada, estira una de sus piernas y apoya su brazo sobre la que tiene encogida, cambia de posición y abre sus piernas en ademán provocativo.
Sus lunas llenas al desnudo, despojada de gasas, se abraza al caño que decora el escenario, seductora.
Se escuchan silbidos de aprobación, también aplausos.
Comienza a deslizarse como un felino que se acerca a su presa,
Cautelosa, logrando el efecto deseado.
Cae la última prenda, la euforia llega a su máximo grado.
Se disipa la magia y vuelve la rutina al salón, mientras una mujer con el rostro humedecido se aleja corriendo por las grises calles de un otoño olvidado.
MANBRU SE FUE A LA GUERRA
Infancia feliz la suya, paso por su mente como una película.
Estaba en medio de esa guerra despiadada e inconducente, intuía que mientras ellos se mataban en el campo de batalla, a los gobernantes obstinados no les importaban sus destinos
Se enorgullecían de sus relaciones diplomáticas y aparecer en la portada de los diarios como bien intencionados en las negociaciones.
El silbido de las bombas lo ensordecía. Recordó sus años jóvenes cuando sus ideales lo motivaron para ser el mejor soldado.
Ahora muy cerca del final, el anonimato y la soledad eran la única verdad.
Mambrú se fue a la guerra, esta vez le pareció que los niños estaban muy cerca.
Había poco tiempo, las esquirlas de una explosión, lo derrumbaron.
Se agarro el abdomen con su mano y sintió el liquido caliente mojándole los dedos.
Se moría. Necios los hombres que luchan por tierras, sin medir las consecuencias, pensó. Con el tiempo solo serán tumbas.
Los niños lo rodeaban cantando muy fuerte, Mambrú se fue a la guerra.
Un halo de luz le hizo entornar los ojos.
La paz lo abrazo. Mambrú se fue a la guerra.
Silvia N. Fabiani
Infancia feliz la suya, paso por su mente como una película.
Estaba en medio de esa guerra despiadada e inconducente, intuía que mientras ellos se mataban en el campo de batalla, a los gobernantes obstinados no les importaban sus destinos
Se enorgullecían de sus relaciones diplomáticas y aparecer en la portada de los diarios como bien intencionados en las negociaciones.
El silbido de las bombas lo ensordecía. Recordó sus años jóvenes cuando sus ideales lo motivaron para ser el mejor soldado.
Ahora muy cerca del final, el anonimato y la soledad eran la única verdad.
Mambrú se fue a la guerra, esta vez le pareció que los niños estaban muy cerca.
Había poco tiempo, las esquirlas de una explosión, lo derrumbaron.
Se agarro el abdomen con su mano y sintió el liquido caliente mojándole los dedos.
Se moría. Necios los hombres que luchan por tierras, sin medir las consecuencias, pensó. Con el tiempo solo serán tumbas.
Los niños lo rodeaban cantando muy fuerte, Mambrú se fue a la guerra.
Un halo de luz le hizo entornar los ojos.
La paz lo abrazo. Mambrú se fue a la guerra.
Silvia N. Fabiani
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